lunes, 3 de noviembre de 2008


25 años de democracia burguesa

Este último 30 de octubre se cumplieron 25 años del retorno de la democracia, cuando en el año 1983 ganaba las elecciones Raúl Alfonsín, luego de la dictadura más criminal y expoliadora de la historia argentina. El entusiasmo que todo lo invadía pronto se fue diluyendo y la nueva institucionalidad evidenciaba que al contrario del célebre eslogan radical, con la democracia, no se comía, ni se educaba, ni se producía, ni se curaba. Que continuaba las mismas políticas expoliadoras de los trabajadores, el asesinato de la niñez, la destrucción del medio ambiente, la represión de las minorías, el encarcelamiento de la marginalidad que la misma sociedad capitalista genera, la desinformación y la estupidización a través de los medios informativos.
Veinticinco años de juicios a las Juntas militares, con Obediencia Debida, Punto Final, Indultos y la actual reapertura de todas las causas, con un ejército integrado a los intereses de la clase política moderna, que es indiferente al destino de sus ex comandantes, con un movimiento de derechos humanos cooptado por el gobierno, apoyo y sostén de sus políticas.
Veinticinco años de destrucción de la clase productiva, de rapacería burguesa sobre los magros salarios que pagan a los trabajadores que tienen la “suerte” de ser explotados y no tener que prostituirse o robar para vivir. Negociados, privatizaciones, corralitos, desempleo, subempleo, planes para desempleados, la gran estafa a los jubilados.
Veinticinco años de aumento de los niveles de pobreza, de mortalidad infantil creciente, de desatención a los enfermos, de generar polución para que un puñado de empresarios se ahorren lo que los pobladores de las ciudades y el campo deben invertir en curar las enfermedades que les provocan. Marginalidad creciente, aumento de la drogadicción y el alcoholismo, de la violencia social (violaciones, asesinatos, atracos entre quienes más sufren).
Veinticinco años de una sociedad carcelaria, una economía parasitaria, un estado criminal, una justicia arbitraria, un medioambiente colapsado, una urbanidad hacinada, una salud y una educación para los privilegiados. Eso es la democracia, más la posibilidad de elegir a nuestros esclavizadores y poder hacer pública nuestra protesta, mientras nadie la escuche.
Sí, claro, estábamos peor con los militares, de la misma forma que los alemanes estaban peor con Hitler, los italianos con Mussolini, los rusos con Stalin, los españoles con Franco, los indios con Colón, Cortés y Pizarro, y los judíos con los romanos. Parece que al haber sido víctima de la furia genocida de los militares, la sociedad ha perdido todo derecho a la disconformidad. Todavía que nos despluman, nos someten y nos engañan, tenemos que cuidarnos de ser desagradecidos.
El ex presidente Raúl Alfonsín –que por razones de salud no puedo asistir al festejo de los 25 años de democracia y envió un mensaje en video- sostuvo este 30 de octubre que “es imprescindible comprender que la democracia no es solo libertad sino que también es búsqueda de la igualdad, iremos conformando una sociedad más libre”. Luego de esta retórica pseudo-libertaria, preparada para confundir a los incautos, Alfonsín se despachó no en contra de los militares que asesinaron y desaparecieron a 30.000 personas y que eliminaron todo disenso mediante las cámaras de tortura, no en contra de los tecnócratas de la economía, los empresarios y oligarcas que empobrecieron a los trabajadores arrastrándolos a la miseria, no en contra de la Iglesia que bendijo la guerra, la genuflexión frente al poder y el oscurantismo. Se despachó contra quienes buscamos la libertad, la igualdad y la justicia:
“América latina está comenzando a dar los pasos fundamentales de una socialdemocracia que solamente podrá concretarse si abandonamos, de una vez para todas, la idea de que es necesario construir esa democracia social sobre la base de la destrucción de todo lo que existe, en el marco de ese neoanarquismo que se basa en el sabotaje, en la destrucción, para realizar un cambio que se cree necesario sobre la base de no tomar el poder".
No fue una alusión al gobierno kirchnerista como pretenden los idiotas embelesados con el triunfo del capitalismo sojero agro-exportador, o el periodismo neoliberal del diario La Nación. Fue un claro mensaje de advertencia del viejo zorro, que juzga que el verdadero peligro para la democracia y el capitalismo, ya no pasa por la amenaza de una dictadura militar, por el peligro de la subversión marxista-leninista, del terrorismo internacional o del fundamentalismo islámico. Es lo que Alfonsín llama neoanarquismo, lo que pretende destruir al sistema. Y sus palabras no dan lugar a equívoco, ya que habla de UN CAMBIO sobre la base de NO TOMAR EL PODER.
Es decir, Alfonsín se refiere no solo a los revolucionarios anarquistas, a sus individualidades y colectivos diversos, sino también a los movimientos sociales que están por fuera de los canales políticos tradicionales, que buscan soluciones autogestionadas, sin ir a mendigar a las puertas de los ministerios, se refiere a los movimientos asamblearios populares, a las formas de autoorganización, a los estallidos espontáneos en búsqueda de justicia y a las organizaciones autónomas de los partidos políticos, la Iglesia, los sindicatos y el Estado.
Según sostenía Bakunin, "La pasión por destruir, es una pasión creadora". Pero el sentido de la frase de Bakunin es dialéctico: la destrucción del poder es un acto que crea, genera, posibilita a la anarquía y al socialismo. Y también, la praxis revolucionaria creadora, el prefigurar en nuestras organizaciones y en nuestras existencias colectivas e individuales la sociedad a la que aspiramos, es un acto destructivo contra el poder. Cada espacio de anarquía construye y destruye a la vez, ya que si no destruimos el poder del Estado y del Capital, no puede existir el anarquismo. No es posible la coexistencia -ni pacífica, ni belicosa- con ninguna forma de poder político, económico o religioso.
Entre la Democracia y la Dictadura (de derecha o de izquierda) existe la continuidad que forja el Estado. Entre la Democracia y la Anarquía no existe continuidad posible, y tampoco entre el anarquismo y cualquier idea de Estado o de Poder.
Y eso lo sabe bien Raúl Alfonsín, prócer de la democracia, ícono de la política, maestro del engaño, fabricante de miserias y conformismos.
P. Rossineri (miembro del grupo editor Libertad!)

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