jueves, 29 de octubre de 2009


Chomsky en bufón de Chávez
Contrariamente a lo que muchos piensan, la capacidad de creer en falacias y aceptar ciegamente una ficción, por ficticia y grotesca que ésta sea, no es atributo de tontos e ignorantes. El famoso ensayista Noam Chomsky nos acaba de mostrar que también intelectuales cultivados, inteligentes y perspicaces pueden volverse crédulos y aceptar conductas y actuaciones políticas a todas luces demagógicas, falaces y autoritarias. Creerlo o por lo menos simularlo.
Claro que no es nada nuevo ver a un intelectual de alto rango caer en tal contradicción. Ya con la Unión Soviética y la China maoísta tuvimos el irracional fenómeno de los "compañeros de viaje"… Esos intelectuales que creyeron -muchos de ellos de buena fe- en la instauración del "socialismo" y la construcción del "hombre nuevo" en esos países hasta que los hechos les obligaron a darse cuenta de lo que realmente eran esos regímenes. No obstante, aunque en muchos casos tales extravíos no estén motivados por la búsqueda de algún tipo de recompensa y parezcan sinceros, puras fatalidades antropológicas, es lógico preguntarse el porqué y el cómo de tales conductas. Y aunque lo más fácil sea pensar que es simplemente por el efecto de creencia, del que ningún ser humano -inclusive el más racional- puede permanentemente evitarlo, en el caso de Chomsky no es posible olvidar que él combatió ese efecto de creencia en el pasado.
Por eso es obligado preguntarse: ¿cómo un hombre, aparentemente capaz de razonar, de analizar críticamente lo que sucede en el mundo, puede viajar hoy a Venezuela para loar el "socialismo del siglo XXI" sin apercibirse de la mentalidad castrense de su inventor, el comandante Chávez, ni del populismo grotesco de su llamada "revolución bolivariana"?
¿Cómo puede cometer Chomsky el mismo error que cometieron, en el pasado siglo, famosos intelectuales de la época, unos loando a Stalin y otros, años más tarde, loando a Mao y su "Pequeño libro rojo"? Ellos por haber creído que en Rusia y en China se estaba construyendo el "verdadero comunismo", y él por creer ahora que en Venezuela se está creando "un nuevo mundo, un mundo diferente".
¿Cómo ha podido olvidar que después todos esos intelectuales se vieron obligados a hacer un mea culpa por la ceguera ideológica que les había impedido ver lo que había detrás del discurso revolucionario estalinista y maoísta? Ese totalitarismo, responsable de la muerte de millones de gentes por hambre o por persecución, que inspiró a Castro para imponer desde hace cincuenta años en Cuba una dictadura de la que Chávez es un devoto admirador.
Pero lo sorprendente en el Chomsky de estos últimos años no es sólo esta aparente amnesia histórica sino que haya sido sensible a los elogios de ese castrense histriónico -"te doy la más calurosa bienvenida (…) ya era hora de que nos visitaras y que el pueblo venezolano te viera y oyera directamente"- y le haya agradecido sus "amables y generosas palabras". Además de la bufonada de decirle lo "emocionante" que le resultaba "ver en Venezuela como se está construyendo ese otro mundo posible y ver a uno de los hombres que ha inspirado esta situación".
Lo más sorprendente de esta conversión a la fe mesiánica, parecida a conversiones célebres a la fe católica (las de Baudelaire, Peguy, Claudel, etc.), es que el milagro llega tras producirse el derrumbe del "socialismo real" de inspiración soviética y la instauración del capitalismo en China por el Partido Comunista que Mao dejó en el poder. Pues, a diferencia de aquellos jóvenes intelectuales "idealistas", que loaron a Stalin o a Mao antes de producirse estos importantes y significativos acontecimientos históricos, Chomsky los ha podido observar en vida y por eso es más incomprensible el hecho de que ahora parezca haberlos olvidado. Sobre todo que los fracasos del mesianismo revolucionario confirmaron de manera indiscutible sus profecías.
Es verdad que desde hace ya un buen momento estamos asistiendo a la instrumentalización de Chomsky en muchas direcciones. Y ello pese a que su posición ética, sus referencias ideológicas y su actuación política están en las antípodas de lo que defienden y adoran muchos de estos que hoy pretenden tenerlo de guía. Y esto es fácil verlo simplemente leyendo sus libros. Salvo que el Chomsky de hoy no sea el mismo que escribió: "Estamos en un período de corporativización del poder, consolidación del poder, centralización. Se supone que eso es bueno si eres un progresista, como un marxista-leninista. De los mismos antecedentes proceden tres cosas importantes, fascismo, bolchevismo y tiranía corporativa. Todas surgen más o menos de las mismas raíces hegelianas." (Class Warfare, p.23). Y no digamos lo que escribió más tarde a propósito del país salido del golpe de Estado bolchevique de octubre de 1997, que, para Chomsky, era responsable de la eliminación de las estructuras socialistas emergentes en Rusia: "Son los mismos brutos comunistas, los brutos estalinianos de hace dos años, que dirigen ahora los bancos" y que son "los gestores entusiastas de la economía de mercado". Y de ahí su pesimismo: "Los que intentan asociarse a organizaciones populares y ayudar a la población a organizarse por ella misma, los que apoyan a los movimientos populares de esta manera, simplemente no podrán sobrevivir en tales circunstancias de poder concentrado" (Comprendre le pouvoir, p.7-11).
¿Cómo es posible, pues, que él cometa hoy la misma equivocación cometida entonces por los "compañeros de viaje" pro-chinos -que habían conocido la ceguera comparable (y reconocida) de la generación que les había precedido, la de los viejos estalinistas pasados tardíamente a la autocrítica- pese a que él fue un testigo crítico de tal ceguera? ¡Lo grave, en el caso de Chomsky, es que de nada le han servido esas experiencias a pesar de haberlas conocido y denunciado!
Con Chomsky tenemos, pues, que interrogarnos también sobre el "misterio" de esa extraña cohabitación de la inteligencia más aguda y la credulidad más obtusa en un mismo espíritu humano. Y tanto más que, en aquellos tiempos, él fue uno de los que más contundentemente criticaron la ceguera en que habían caído muchos de sus colegas intelectuales que constituían con él lo más granado de la inteligencia occidental: los Sartre y otros grandes filósofos, historiadores, sociólogos, periodistas o universitarios de primer plano.
"Misterio" hay, puesto que raros fueron los intelectuales que después no tuvieron que confesar haberse equivocado y reconocer que Chomsky había tenido razón al poner en evidencia la ceguera que les había inducido a cometer ese gravísimo error de apreciación en el pasado. ¿Cómo ha podido Chomsky olvidar esto? Es verdad que tampoco la ceguera de los antiguos estalinistas -mil veces confesada y analizada en artículos, entrevistas y libros- sirvió de lección a los jóvenes maoístas occidentales, puesto que a una distancia de 20 años de intervalo reprodujeron el mismo tipo de extravío. Y con el mismo orgullo y fatuidad de sus predecesores. Pero lo primero en éstos fue la adhesión ciega a lo que se presentaba como revolución emancipadora. En Chomsky sucede lo contrario: primero fue la denuncia, el análisis objetivo, racional, rigurosamente crítico, y después la ceguera…
Cierto es que el antiimperialismo USA de Chomsky le llevó ya a una relativa discreción a propósito del autoritarismo creciente de los sandinistas durante su ejercicio del poder en los años 80 en Nicaragua y de la dictadura castrista desde hace varias décadas. Y ello pese a que entre las víctimas de esta última se encuentran personas con muchos puntos en común con los militantes antiimperialistas pro cubanos del resto de América Latina.
¿Será pues este obstinado antiimperialismo, el hecho de que para él lo principal es denunciar las injusticias que prevalecen en los EE UU así como las injusticias generadas por este país a la escala del planeta, lo que le lleva a posicionarse de manera tan desconcertante con lo que pasa en el continente americano?
Efectivamente, aunque Chomsky se sigue considerando "anarquista-libertario", está claro que para él las consideraciones ideológicas deben pasar a un segundo plano y que se debe establecer una especie de graduación entre las injusticias según el grado de peligrosidad planetaria de los blancos contra los que se dirige la crítica. El problema es que este relativismo político permite a muchos marxistas-leninistas, populistas y políticos, cuya única preocupación es la conquista del poder, su ejercicio y su conservación, a ampararse sólo de los argumentos antiimperialistas de Chomsky en lugar de preocuparse por la ayuda a aportar a la población para organizarse por ella misma. Y es un verdadero problema porque Chomsky no hace ni dice nada para disuadirles de hacerlo. Al contrario, manteniéndose con tanta perseverancia en esta inmoral discreción y dejándose fotografiar al lado de los Castro y los Chávez se hace -aunque sus elogios sean discretos y de conveniencia- cómplice de las bufonadas y de las derivas autoritarias, dictatoriales, de estos nuevos oligarcas.
Desgraciadamente, esta obstinación en mantener tan maniquea discreción (por considerar menos peligroso el acceso al poder de estos populistas que los destrozos que causa el imperialismo yanqui en el mundo) no es sólo ineficaz para impedir tales destrozos (estos populistas siguen haciendo negocios con las multinacionales del imperio) sino que contribuye a desmovilizar a los pueblos y a hacer aún más difícil la tarea de los que sí luchan consecuentemente contra la dominación planetaria del Capital y el Estado.
Es posible que, dada su edad, Chomsky no pueda reconocerlo: pero es imposible pensar que no sea consciente de la distancia que le separa de todos aquellos que recogen sus argumentos contra el imperialismo yanqui y que, en cambio, se muestran muy reticentes, por interés o comodidad, a denunciar las formas de dominación impuestas por esos populistas pretendidamente revolucionarios.

Octavio Alberola (Cuba Libertaria)

miércoles, 21 de octubre de 2009

Aquellos barros trajeron estos lodos
La izquierda latinoamericana vuelve a tener un rol político indiscutible. Rol que se expresa electoralmente. En la década de los 80’ 60 millones de latinoamericanos eran gobernados por la izquierda; hoy son más de 260 millones. Ello es más significativo porque sucede después de ser derrotada en sus intentos revolucionarios de «izquierda armada». Sucede a pesar de sufrir directamente la represión durante años y, en algunos casos, décadas de dictaduras feroces. Hoy esa izquierda guerrillera, partidaria del foco guevarista, jerárquica y clandestina; más antiimperialista que anticapitalista; con objetivos donde primaba la liberación nacional; con prácticas estalinistas en el interior de las organizaciones partidarias, escondidas detrás de la compartimentación, que significó expulsión de discrepantes e incluso, en algunos casos, como fue el del poeta salvadoreño Roque Dalton, su ejecución; retorna siendo parte de los nuevos gobiernos de izquierda y en otros integrando la fuerza mayoritaria.
Esta izquierda que no pudo conquistar el poder político con las armas, su objetivo estratégico; lo logra décadas más tarde, después de años de cárcel, de muertos y desaparecidos, por medio de procesos electorales y de complicadas, y a veces contradictorias alianzas políticas, éticamente imposibles de comprender, y explicadas generalmente por el funcional argumento de la «acumulación de fuerza».
Esta izquierda administradora del poder político y continuadora de los lineamientos económicos del capitalismo global, no es capaz de hacer autocrítica de su militancia pasada; de la utilización y manejo de los movimientos de base de acuerdo a los intereses partidarios, habiendo jerarquizado y separado lo político de lo social; de haber debilitado a los movimientos quitándole a sus mejores militantes reclutándolos para su aparato militar. Pues sí, construyó un aparato militar, con todo lo que eso significa, para oponerlo a otro aparato, al ejército y las fuerzas represivas del Estado. Una institución contra otra concebidas con las mismas formas y mismas jerarquías. Esta posición permitió a los ideólogos, que intentan hoy justificar el terrorismo de estado, pergeñar la «teoría de los dos demonios». Eran tan iguales que, en algunos países, las fuerzas de la guerrilla pasaron a integrar el ejército nacional. Todo cambia...
Lo nuevo en estas dos últimas décadas, tras la hecatombe de los gobiernos militares que aplicaron la «doctrina de la seguridad nacional» para intentar la implantación de un nuevo orden económico, ha sido las explosiones que han producido la emergencia de inesperados, variados e impredecibles movimientos sociales en América Latina. Algunos de ellos han resistido los ajustes neoliberales y los recortes de las libertades públicas. Estas resistencias, además, dificultaron la aplicación de los planes de reestructura capitalista y fueron deslegitimando lo que se llamaba «pensamiento único». Abrieron brechas por las que han surgido nuevas formas para pensar y cambiar el mundo.
Los movimientos lograron hacer retroceder privatizaciones, han hecho caer varios presidentes y, en el caso boliviano, han producido acciones insurreccionales que podían haber llevado a formas organizativas de autogobierno apoyadas en las comunidades y en la autogestión.
Estos movimientos, con un protagonismo social importante al igual que las organizaciones sociales que sobrevivieron a las dictaduras militares, en los últimos años han tenido dificultades, han perdido espacios de acción, han sido relegados y en algunos casos subordinados o cooptados por los nuevos gobiernos. Sin embargo no todo se ha perdido; los acontecimientos calaron profundo, hubo cambios que abrieron caminos, se crearon nuevas formas de actuar, nuevas sensibilidades, etc.
No hay gobiernos «buenos» que apoyen y sean favorables a movimientos sociales que buscan su libertad, que construyen autónomamente su sentido de vida, que pelean por la emancipación social. Esto, por supuesto, no quiere decir que no haya diferencias entre un gobierno u otro, no es lo mismo una dictadura o un gobierno de derecha que uno progresista o de «izquierda». Pero, en definitiva, los gobiernos y los estados no pueden permitir la existencia de realidades que ellos no controlen o administren, que se pongan por fuera, en otro lado.
Es bueno recordar que la situación de América Latina se enmarca en la misma inestabilidad en la que se encuentra el capitalismo global. Invasiones, tropas de ocupación, militarización de territorios ricos en materias primas estratégicas como petróleo, agua, alimentos (Paraguay, la triple frontera de Argentina, Paraguay y Brasil, el «Plan Colombia»), presiones de distinto tipo e incluso la posibilidad de cambio de fronteras como sucedió en la ex Yugoslavia, están al orden del día y cuentan con la instrumentación logística de Estados Unidos y las fuerzas represivas «nacionales».
Conquistar el Estado, conquistar el poder

Los teóricos marxistas de la «izquierda estadocentrista» señalan en estos nuevos gobiernos, surgidos entre 1999 y 2006, dos grupos: uno de «izquierda» y otro de «centro». En el primero se ubicarían Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Estos gobiernos serían antiimperialistas, aunque sea sólo declarativamente, y opuestos al neoliberalismo. En el segundo grupo encontraríamos a Argentina, Brasil, Chile y Uruguay que tendrían una posición más tibia respecto al neoliberalismo, más mediadora y sólo pretenden mitigar la pobreza que ha producido los embates del capitalismo neoliberal. Los gobiernos de «izquierda» se enfrentarían a duras y combativas burguesías y empresas transnacionales que siempre se han negado a repartir, aunque sea mínimamente, las riquezas producidas por las clases subalternas. Los capitalistas no quieren aceptar de ninguna manera ver recortados ninguno de sus privilegios que mantienen desde hace siglos. Menos aún en la actualidad, donde sus márgenes de ganancia se han visto reducidos y ha sido necesaria la reubicación de los aparatos extractivos e industriales, y los sistemas de la especulación del capitalismo financiero ya no produce las ganancias de antaño.
Mientras tanto, los gobiernos de «centro» estarían en una posición (frente a una burguesía) más «dialogante», ya que históricamente el liberalismo y el populismo han impulsado políticas de reparto de riqueza que ha permitido sobre todo la creación de clases medias que han constituido un mercado interno importante y han sido amortiguadoras de los enfrentamientos sociales (humanismo capitalista), salvo en los cortos periodos de su radicalización.
Para estos teóricos la posibilidad de estos nuevos gobiernos de salir del neoliberalismo es la de reconstruir los estados. «Los estados han sido duramente castigados por las políticas neoliberales» y concluyen en que: «no hay democracia que funcione de la mano de un Estado en descomposición».
Según esta idea los nuevos gobiernos vienen a recuperar a los estados debilitados, replanteando con fuerza la idea de Estado soberano. Atilio Boron replantea, también, el modelo soviético de un Estado con planificación centralizada de la economía y desarrollo del mercado interno.
Parece que lo más importante no sería la reconstrucción comunitaria superando la fragmentación social producida por el capitalismo actual, sino la de salvar estados que inevitablemente seguirán fragmentando y atacando los vínculos sociales y las prácticas que se pongan por afuera suyo, fuera de su control.
Pero no hay duda que las nuevas gobernabilidades, en todos los casos, buscan el fortalecimiento de un Estado debilitado y un papel más activo en relación al mercado y a los organismos internacionales.
John Holloway, discrepando con la posición «estadocentrista», afirma: «Decir que el Estado es un proceso equivale a decir que canaliza la actividad social de cierta manera, de una forma que la reconcilia y la integra en la reproducción del capital. Entrar en contacto con el Estado significa ser empujados a canales dirigidos hacia la reconciliación con el capital». Pero la derecha neoliberal latinoamericana no se atemoriza fácilmente, por eso ha organizado en Rosario, Argentina, un conclave para ver cómo recupera los gobiernos y lleva nuevamente al continente por la senda, sin ninguna amortiguación, de las políticas de saqueo diseñadas por el capitalismo global.
Las nuevas gobernabilidades fortalecen al Estado La izquierda latinoamericana llega al gobierno en medio de un proceso donde la representación política está entrando en crisis como consecuencia de la profunda deslegitimación que se produce por el fracaso de los gobiernos dictatoriales por la secuela de corrupción, destrucción del entramado social y conculcación de todas las libertades liberales y burguesas. Consecuentemente se enfrenta, como consecuencia a una conciencia surgida del enfrentamiento a los gobiernos dictatoriales, a un nuevo protagonismo social que no acepta ser representado. Pero también la izquierda latinoamericana se desliza encima de una ola de cambios, de gobernabilidades progresistas en la región, que crea expectativas y esperanzas en amplios sectores de las clases subalternas. Esperanzas que, a poco de caminar, tampoco serán la primera vez en ser traicionadas.
La crisis neoliberal y de los partidos gobernantes de derecha es el resultado de su propia deslegitimación y también de décadas de luchas sociales. En el caso de los pueblos indígenas, son más de 500 años de dominación y resistencia cultural. De estas luchas se produce el surgimiento de fuerzas de izquierda y progresistas que tomando parcialmente las banderas de estos movimientos los canalizan hacia políticas estatales, a políticas electorales para ganar el gobierno.
Así las nuevas gobernabilidades aparecen como gobiernos más estables. Son la afirmación de la democracia representativa a la que refuerzan con alguna variante participativa y consultiva. Prestan mayor atención a los movimientos a los cuales hacen alguna concesión buscando nuevos pactos sociales para lograr la calma social. Pero estas políticas reproducen la forma-estado que muchos movimientos habían cuestionado o puesto al menos en discusión.
Para los propios partidos de la izquierda gobernante, la nueva situación es consecuencia de una acumulación de fuerzas, en función de una estrategia de poder, que en el caso de Uruguay, según sus propios voceros, comienza al final de los años 50 y que finalmente les permite conquistar el gobierno en el 2005.
Estos gobiernos de «izquierda» encuentran países con profundas fragmentaciones en distintos ámbitos: cultural, étnico, económico, derechos humanos...
En el plano de la integración regional e internacional las nuevas gobernabilidades están planteando políticas, en algunos casos diferentes; al extremo tal que han logrado conjuntamente bloquear el proyecto norteamericano de creación del ALCA y han dificultado la aplicación del Plan Colombia. Alternativamente Chávez esta impulsando el ALBA con el apoyo de Morales, Correa, Ortega y Castro y, por otro lado, el resto de los otros gobiernos integran el MERCOSUR y no faltan también los que afirman la necesidad de un multilateralismo en las relaciones comerciales. Pero estas diferencias no significan, en un principio, opciones opuestas, sino que se inscriben en el modelo general de recuperación de instrumentos de reconstrucción de los aparatos estatales.
Países como Brasil, Argentina, Venezuela, Uruguay han saldado completamente su deuda con el FMI, mientras que a Bolivia y Nicaragua el propio Fondo les canceló la deuda. Este organismo, emblemáticamente vinculado con las políticas imperialistas en la región, no ha visto todas las cancelaciones con la misma preocupación. En el caso de Brasil y Uruguay mantienen un buen relacionamiento con el FMI.
Productores de materias primas estratégicas (petróleo y gas) han renegociado los contratos, en el pasado leoninos, con las multinacionales extranjeras poniéndoles límites y nuevos condicionamientos. Las privatizaciones de empresas públicas en algunos casos dieron marcha atrás. Estos países han creado bancos regionales de desarrollo como el Banco del Sur, acuerdos de producción y distribución de energía y colaboración en materia de salud y educación.
En política de derechos humanos los gobiernos de Argentina, Uruguay y Chile están llevando adelante distintos juicios contra militares y civiles acusados de asesinatos, torturas y desapariciones durante las pasadas dictaduras militares que han posibilitado que terminen condenados algunos de los culpables, desresponsabilizando de esta manera al sistema que exigió (al igual que ahora exige gobiernos de izquierda) dictaduras, torturas, asesinatos. Si bien es necesario aclarar que en Uruguay, vergonzosamente, aún sigue vigente la llamada Ley de Impunidad que garantiza a los violadores de los derechos humanos no ser juzgados por delitos cometidos durante la dictadura salvo que el presidente, por su decisión, los deje afuera de esa ley, que es lo que ha sucedido en algunos casos.
En estos países la lucha por «Verdad y Justicia» fue llevada adelante durante años, en soledad y en difíciles condiciones, por familiares y organizaciones de derechos humanos. Hoy los gobiernos de izquierda han logrado neutralizar y cooptar muchas de esas organizaciones abanderándose con la política de los derechos humanos. Sin embargo la represión sigue actuando contra los movimientos, deteniendo, juzgando y condenando; y no faltan los asesinados por las fuerzas represivas. Se continúa promoviendo la criminalización y judicialización de los que luchan por sus derechos, de los que no se dejan trampear por estos gobernantes. Esto es evidente en Chile, Argentina, Uruguay, Venezuela...
Las políticas sociales

Los estados en las nuevas gobernabilidades disponen de recursos, que antes no existían y que son producto de la coyuntura favorable del alza de los precios internacionales de las materias primas, para financiar programas de apoyo a los sectores más pobres. Programas recordamos que son promovidos por el Banco Mundial y toda la gama de organismos multinacionales de créditos. Todos estos gobiernos de distinta manera están desarrollando políticas públicas de lucha contra la pobreza y la marginalidad en el trabajo, la educación y la salud. Estas políticas son el buque insignia, el programa estrella, en la búsqueda de nuevos consensos sociales, y de la manifestación del intento de restauración de estados “nacionales” confiables para la inversión de capitales.
En el área andina estas políticas de lucha contra la pobreza se vienen llevando adelante desde los gobiernos anteriores a través de planes para el desarrollo y la participación comunitaria promovidos y financiados directamente por el BID. Con estas políticas los gobiernos han logrado neutralizar los movimientos, cooptarlos e integrarlos a las instituciones sociales en algunos casos («Lula» da Silva nombró ministro de trabajo al principal dirigente sindical opositor). Si bien han aumentado los beneficios sociales otorgados a los más pobres, en general se continúa con una política económica para atraer los capitales de las transnacionales.
Nuevas gobernabilidades y movimientos

En toda América latina los gobiernos anteriores aplicaron las recetas neoliberales con consecuencias graves que sumieron a amplios sectores de las poblaciones en la miseria más atroz. Los de abajo no tuvieron más remedio que aprender a organizar su supervivencia para continuar con sus vidas. Pero además organizaron su rebeldía que se expresaron en importantes movimientos en todo el continente como el «caracazo» en Venezuela, zapatistas en México, los indígenas en Ecuador, cocaleros y guerras del agua y del gas en Bolivia, los Sin Tierra en Brasil y «piqueteros»y fábricas recuperadas en Argentina, movimiento mapuche en Chile...
Algunos piensan que la existencia de estos gobiernos de izquierda con mayor sensibilidad social les da a los de abajo posibilidades de fortalecerse y de lograr conquistas hasta ahora inalcanzables con los gobiernos de derecha. Esto puede ser cierto a corto plazo, pero a la larga todos los gobiernos, incluidos aquellos que quieren lograr un mejor reparto social, inevitablemente tienden a manejar, conquistar e institucionalizar los movimientos de base. Las políticas sociales de las nuevas gobernabilidades tienen mayor capacidad para arrastrar atrás de sí a los movimientos al adueñarse de sus banderas y hacer efectivas algunas de sus reivindicaciones. Desembarcan con sus funcionarios y técnicos sociales, muchos de ellos militantes sociales, encuestando, numerando, registrando, neutralizando y controlando. Pero sobre todo impulsando un nuevo estilo de trabajo social donde estimulan organizaciones sociales participativas y “autónomas”. Las incitan a que actúen dentro del Estado, reconociéndoles representación institucional, cooptando así movimientos que pasan a definir y vestir estos gobiernos como «populares».
Las nuevas gobernabilidades necesitan controlar los movimientos, pues ellos son creadores de incertidumbre social porque con sus reivindicaciones cuestionan la naturaleza y estructura de los estados en reconstrucción y espantan a los inversores.
El abajo que se mueve

Los movimientos de los pueblos originarios o indígenas son seguramente uno de los rasgos más sobresalientes de estos tiempos. Tal vez ellos están llevando adelante el proceso de descolonización que en estos países nunca se concluyó. Se han enfrentado duramente a las transnacionales del petróleo en Ecuador y Colombia.
En Chile y Argentina los mapuches han resistido a las empresas madereras y de celulosa. En Chile han sido duramente criminalizados aplicándoles la Ley Antiterrorista (legislada por Pinochet) por parte del gobierno de la socialista Bachelet. El movimiento de lucha del pueblo Mapuche es contra las multinacionales que se adueñan de las tierras indígenas para desarrollar los agro- negocios, por la autonomía y la gestión comunitaria del territorio sin la ingerencia del Estado chileno.
En Bolivia la lucha por el agua y por el gas y por la nacionalización de los hidrocarburos ha visto a las comunidades indígenas y campesinas en primera fila cuando en octubre del 2003 derribaron a un gobierno y entre mayo y junio del 2005 estuvieron a un paso de tirar al presidente Rodríguez y de organizar un autogobierno, pero Morales y su partido el MAS, negocian y logran que el movimiento insurgente acuerde una tregua con el gobierno, quedando así nuevamente abierta la vía electoral que llevara al aymará Evo Morales a la presidencia de Bolivia. La reivindicación de la nacionalización del gas y el petróleo, el plantear la soberanía sobre estas industrias organizadas según el modelo centralizado estatal significa hacer entrar otra vez al parlamentarismo y al Estado como interlocutores validos en el conflicto. En Ecuador los pueblos originarios promueven un estado multicultural y multirracial. En el caso de Ecuador ya los pueblos indígenas en el pasado han hecho alianzas en este sentido con partidos y candidatos a gobiernos que después los traicionaron. Tal vez sea posible la construcción de un nuevo estado donde quepan las culturas indígenas siempre que no se cuestione el mercado capitalista. Los aymará en Bolivia proponen el autogobierno de las comunidades, reivindican la construcción de la «nación aymará» oponiéndola a la idea de conquistar el Estado El movimiento piquetero en Argentina ha sido debilitado e integrado mayoritariamente en las políticas gubernamentales desde el gobierno de Kirchner. El grupo numéricamente más importante dirigido por D’Elía son actualmente los piqueteros y grupo de choque del gobierno. En esta situación de gran confusión provocada por una política gubernamental que presta mayor atención a la asistencia a las clases más pobres, llegando incluso a suceder que un Movimiento de Trabajadores Desocupados vinculado a una organización anarquista terminó trabajando electoralmente para Kirchner, pasándose con armas y bagajes al lado de las instituciones. Sin embargo algunos sectores piqueteros, fábricas recuperadas, asambleas vecinales continúan afirmando sus vínculos y construyendo autónomamente su vida, produciendo y comercializando de otra manera, autogestionariamente.
El chavismo en Venezuela es un movimiento impulsado desde el gobierno y tiene como líder máximo al propio presidente. Ese ya es su límite de nacimiento, un cordón umbilical que lo une fuertemente al Estado. «Que la gente asuma el poder» esa es la idea de Chávez según escribe entusiasmado el libertario estadounidense Michael Albert. ¿Pero qué significado puede tener esa propuesta cuando es hecha por quien ejerce realmente el poder, el mismo que construye el partido único PSU, para dirigir los destinos de la «revolución bolivariana», y de quien él es el líder máximo. Un poder popular diagramado desde arriba por los funcionarios del gobierno sólo puede servir a fortalecer el poder de los funcionarios, de Chávez y del Estado. Es que el socialismo del siglo XXI está inspirado en ese espejismo denominado socialismo cubano «El poder tiene necesidad de disminuir nuestra potencia de actuar para, precisamente, ejercer su poder sobre nosotros» No hay mejor manera para hacer perder el poder hacer de los movimientos que integrarlos al espacio del gobierno, institucionalizando las nuevas formas de participación nacidas en la base del chavismo. Chávez quiso afirmar su poder, no el poder popular, por medio de un referéndum que el propio movimiento chavista boicoteó. Por eso es necesario diferenciar a Chávez del movimiento que lo apoya.
Los Sin Tierra de Brasil vinculados en su surgimiento a las comunidades eclesiásticas y políticamente al PT, hoy están parcialmente distanciados del partido de Lula a partir de posiciones distintas respecto a la Reforma Agraria y al cultivo de los transgénicos.
El MST es seguramente uno de los movimientos más poderosos de América Latina, pero es también el más estructurado y vertical. Eso tal vez venga de mezclar las posiciones de la iglesia progresista y una izquierda marxista bastante ortodoxa que mira con expectativas hacia la construcción de un estado popular.
Un movimiento muy combativo y participativo en su base, en sus campamentos y en las ocupaciones de tierra, pero que deja de serlo en la medida que se sube en la estructura, ya que se rige por el centralismo democrático. El movimiento zapatista ha sido el que más han influido en estos tiempos en el movimiento libertario y también el que más ha incidido en la búsqueda de un cambio en el pensamiento emancipatorio en Latinoamérica. Sin embargo la última etapa de los zapatistas de mirar, no hacia abajo como han hecho hasta ahora, sino que con la otra campaña, han recorrido México mirando hacia abajo y a la izquierda. Ello los ubica en un espacio político, el de la izquierda radical, más o menos ortodoxa y leninista, donde se repiten las políticas que los mismos zapatistas han venido criticando. Además el ubicarse no abajo sino abajo y a la izquierda es seguir manteniendo una categoría vinculada a la forma estado que sirve para seguir reproduciéndolo. También en México el movimiento indígena y popular de Oxaca organizado en el APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oxaca) y en un movimiento aún más amplio conocido como la Comuna de Oxaca, han sido los protagonistas de la resistencia contra el gobernador Ulises Ruiz que es la expresión de años de corrupción y represión. Ya el oxaqueño Flores Magón había encontrado en las comunidades indígenas el fundamento de sus propuestas libertarias.
En Uruguay, los movimientos visibles son nada más que estructuras verticales, sin vida. Las fuerzas que hubo en algún momento en esas estructuras, fueron ahogadas por los requisitos de la legalidad, legalidad que los integrantes mismos aceptaron corriendo tras la zanahoria de la democracia participativa y las facilidades que promete el «progresismo», que por cierto no son gratuitas. Estas fuerzas se diluyeron en los pasillos del poder, más ocupadas en perseguir permisos legales, en integrarse al sistema que en construir sus propias realidades. Pero, mas allá de intencionalidades el aparato burocrático de los movimientos sociales, sigue funcionando y reproduciéndose por inercia. Sin embargo existe, también, un movimiento invisible, disperso e impredecible, que partiendo de sus realidades y sus deseos, busca esa autonomía y crea desde la diferencia, las realidades que desea; haciéndose cargo de la alimentación, la educación, la salud, esquivando la legalidad para poder tener dónde vivir, donde hacer crecer alimentos... viviendo día a día la aventura (en mayor o menor grado) de construir juntos esa realidad que nos posibilite vivir más libre y sanamente.
Nuevos contextos, nuevas capacidades
Una mirada crítica hacia los movimientos, hacia su fragilidad, no implica un juicio negativo. Pues de esa fragilidad, de la crisis de referentes, de las incertezas nace ese deseo de creación, de la búsqueda de nuevos sentidos para nuestras vidas.
Los movimientos no son puros, son heterogéneos, híbridos, son mezclas de diferencias con distinto tipos de impurezas, pero de esas mezclas, de ese mestizaje es de donde pueden nacer las trasformaciones. De lo homogéneo, de lo puro, no hay más que repeticiones, nunca creaciones. Sin embargo, algunos movimientos de base en América Latina siguen impregnados por esa lógica leninista de que la política partidaria es una instancia superior de la política, separando lo social de lo político, afirmando de esta manera su rol de correa de trasmisión de decisiones tomadas en instancias superiores, y cuando no es así, muchos de ellos no van mas allá de reivindicaciones corporativas o de practicas clientelares.
La crisis de la representatividad y del vanguardismo no desemboca automáticamente al desarrollo de acciones autónomas y en la autoorganización. Dentro de los nuevos grupos de la izquierda radical, muchos reivindican instrumentalmente la autonomía de los organismos de base, pero es una autonomía construida al servicio de una estrategia de poder. Se juega con el concepto de independencia de clase y autonomía confundiendo como si fuera lo mismo. En Uruguay en los años ’60 y ’70 la independencia de clase significaba la independencia del Estado, de los gobiernos de turno, y de los partidos burgueses; pero no de los partidos y grupos de izquierda. Y esa es la autonomía que se intenta hacer pasar. La estrategia de poder implica la acumulación y ¿cuál es el lugar por excelencia, según esa estrategia, de la acumulación política sino el partido o la organización política?
Para los movimientos sociales, no solo aquellos que se limitan a hacerle solicitudes al Estado en una actitud subalterna; sino sobre todo para aquellos que no quieren quedar atrapados en las redes de las instituciones estatales, parece claro que no se puede seguir peleando igual que antes de estos gobiernos, como si no hubiera sucedido nada. No todo es igual y esta situación actual, que es más compleja, hace necesario la invención de nuevas formas que eviten tanto la cooptación como la marginalización de los movimientos, ¿o será que justamente debemos fomentar la marginalidad misma, en el sentido de que estamos en los márgenes de un sistema del cual queremos salir?
Un contexto nuevo que nos exige y desafía a la creación de nuevos conceptos y prácticas, de otras nuevas capacidades.
Revista Alter - Taller A(Uruguay)
Fuente Ekintza Zuzena

miércoles, 19 de agosto de 2009

Por los caídos, los secuestrados, los perseguidos en la Guerra Social‏
Es hora de actuar, en la cotidianeidad con nuestros afines, por la destrucción de la sociedad carcelaria y de cualquier intento social de reformar este asqueroso sistema de muerte.La solidaridad no debe jamás ser una consigna vacía, sino una acción cotidiana de enfrentamiento con el poder y un apoyo constante a lxs hermanxs secuestradxs en esta guerra a muerte.”Mauricio Morales
La muerte el 22 de mayo de nuestro hermano Mauricio, generó una serie de jugadas por parte de las policías encargadas de la investigación de los atentados con bombas en los últimos dos años. A las pocas horas de su muerte y una vez que los medios de comunicación dan a conocer su nombre, se da inicio a los allanamientos en distintos espacios. Fue un largo día, que para algunxs permanece vívido aún con el paso del tiempo.
La Okupación “La Idea” recibe la desagradable visita forzosa de la policía de investigaciones, su hogar fue destruido y los compañerxs detenidos.Los conducen a un cuartel a prestar declaración sobre sus vínculos con Mauri. Buscan deseosos algún material explosivo, hurtan de la casa lo mismo que se han llevado de otros allanamientos, ropa, bicicletas, balones de gas, herramientas, etc.
Al no obtener algún indicio que los inculpara con alguna detonación explosiva y teniendo encima la presión ministerial por apresar a lxs implicadxs, ingresan pólvora a la casa. Esta es ubicada estratégicamente en la pieza del compañero Cristian Cancino, quien trabajaba en dependencias mineras.
El cuadro era perfecto, presentarían a la prensa a un inculpado de lujo, que no daría lugar a dudas, mostrarían eficiencia. Precisamente en un caso donde los únicos antecedentes que tienen están dados a partir del soplonaje de Gustavo Fuentes, el supuesto anarquista que intentó asesinar a su pareja ( hecho que generó allanamientos a diversas okupaciones el 31 de diciembre pasado) y evidentemente del terrible accidente que les entrega una identidad, la de nuestro hermano Mauri. Eso es todo lo que tienen, por eso la desesperación. Aquí no hay pericia, solo soplonaje, invención y un accidente mortal.
El mismo día 22 los compañeros de La Idea pueden retornar a su hogar, sin existir orden de captura para nadie. Pero todo cambia con el paso de los días, Cristian es detenido y acusado de tenencia de material explosivo.Tras una breve liberación es nuevamente detenido y esta vez re formalizado bajo la Ley Antiterrorista, acusándolo de suministrar pólvora para un atentado.
Por fin tienen un trofeo que mostrar a todos, con él se ensañarán y desquitarán la vergüenza que estar recibiendo tantos ataques por parte de desafiantes compañerxs antiautoritarios. Con la aplicación de esta ley, que en términos concretos redobla todas las penas, el panorama para nuestro compañero Cristian es bastante desolador.
En paralelo a ello, a lxs tres compañerxs argentinxs que vivían en la okupación, se les tramita la expulsión del país, esto enmarcado en una estrategia represiva, que busca generar miedo y desarticular la solidaridad.
Trascurren algunas semanas y la vida de muchxs vuelve a su cauce “normal”, otrxs mientras tanto pagamos a diario el costo de plantearse en guerra constante, que no conoce de treguas, feriados, licencias médicas ni relajos. El cuerpo pesa y el dolor se va fundiendo con cada uno de nuestros actos, se cumple un mes sin nuestro hermano y el olvido comienza a llevarse a Mauri hacia sus lejanas tierras. Desde la indiferencia observan el desfile de imágenes por tv, se construye y levanta una cómoda posición, se opta por la pasividad, porque si, siempre es una opción.
La memoria activa es una acción, es solidaridad que se traduce en todo lo que nuestra imaginación sea capaz de concretar, los límites solo los fija unx, viven dentro de nosotros. Cada gesto por pequeño que parezca adquiere una importancia primordial en momentos donde la muerte corta el tiempo en miles de pequeños pedazos.
El recuerdo de nuestro compañero, de su acción y coraje no puede quedar en el terreno de la intimidad, en donde podemos llorar o reír con cada uno de sus momentos, caer en eso es dejar a Mauri solo para nosotros, sin lograr que trascienda. Aquí es donde la propaganda juega un papel vital, logra darle proyección a un tema que está quedando solo en la memoria de quienes fueron sus cercanos.
Comienza a instalarse el miedo como policía interior, recordarlo parece en sí mismo un acto de transgresión, en un contexto donde Mauri parece no haber existido nunca, se cae en el pánico de hablar de él, de hacer algo en su nombre o memoria.
El desafío para nosotrxs pasa por romper el miedo, el silencio y la pasividad, recordarlo mediante propaganda en cada una de sus formas y posibilidades. Esto no es otra cosa que un tema de moral, de lealtad y honor hacia nuestra posición de combate y hacia Mauri mismo.
El miércoles 24 de junio y tras la delación por parte de la madre de Diego Ríos, el domicilio de éste es allanado por distintos departamentos de carabineros, de su interior es sacado un bolso con supuesto material para la fabricación de explosivos. A raíz de este hecho se abre una nueva arista de la investigación, aparecen nuevos actores dentro del organigrama de la policía, el mismo donde los okupas encabezan la lista de sospechosos.
A las pocas horas es allanado el C.S.A. y Biblioteca Libertaria Jhonny Cariqueo, cuyo espacio era frecuentado por Diego. Lo buscan a él y retienen en su interior a tres compañeras, intentan amedrentarlas para que presten declaración, algún dato que implique a Diego o que aporte a su captura. Al no obtener colaboración alguna y luego de tres horas de hostigamiento (que como en todos los casos se tradujo en destrucción, hurto de ropas, bicicletas, etc) se retiran del lugar con todo el arsenal y el show que tenían preparado por si encontraban a Diego.
La colaboración por parte de la madre de Diego es un antecedente trágico, que trae a la memoria cientos de casos ocurridos en distintos lugares del mundo en donde parejas o familiares son finalmente quienes encarcelan a lxs que se levantan contra el orden existente.
En este actual escenario, donde a cada espacio le pesa la ausencia de sus compañerxs, urge estar a la altura de las circunstancias, cambiando la perspectiva de movilizarse solo por razones sentimentales, sin asumir que los golpes no son personalizados, las embestidas son a una idea, a la semilla de una idea insurreccional.
Al poder no le interesan las particularidades de cada una de las vidas que hoy viven materialmente la represión, sobre lo que debemos reflexionar es que a través de ellxs buscan golpearnos a todxs quienes nos jugamos la vida en esto, a los que le damos sentido real a la hermosa frase de insurrección permanente.
Se busca la aniquilación de una idea, persiguen que tras nuestro encarcelamiento, muerte o fuga no haya nadie capaz de levantar un principio guerra contra lo existente, de ataque al poder en todas sus formas.
No queremos caer en la enumeración interminable de la arremetida represiva, porque lo que debe entenderse es que no estamos en presencia de hechos aislados o sin coordinación, muy por el contrario, cada uno está enlazado al otro, son parte del mismo tablero de ajedrez. Cada movida de pieza genera consecuencias para todxs nosotrxs y aquí nuestra nula capacidad de responder a la altura de la guerra, a lo único que contribuye es a detener el avance de la insurrección.
Tú pasividad aplaude con su acción cada jugada del enemigo, lo hace grande, cuando gigantes debemos volvernos nosotrxs, para soportar este momento, para resistirlo, atacarlo y vencer.
Hace algunas semanas escribimos que en esta guerra nos haríamos grandes o moriríamos en ello, pero que ni siquiera la muerte apagaría nuestra llama, porque el fuego se contagia y se expande, eso creemos debe ocurrir ahora, debe expandirse, superar los límites ficticios del tiempo y la geografía.
Abrazando con cada acción solidaria a nuestro compañero Mauri que se funde con las fuerzas de la naturaleza salvaje, a Cristian en poder de las garras de la represión y a Diego en su insurrecta fuga.
Que los sentimientos de afecto y amor potencien nuestra lucha solo depende de nosotrxs. La guerra se está viviendo en este instante, no vendrá un lejano momento de conflicto, el conflicto es ahora, en este territorio, aún cuando no medie un principio de masividad, lo que prima es la cualidad del ataque.
El miedo desarticula y empantana, no genera avance y por el contrario resta, tanto apoyo concreto, como guerrerxs en pie desafiante. Para que tú sientas la urgencia de la vida, de la toma de posiciones no podemos hacer mucho, más que exponer nuestra vivencia, la acción concreta solo pasa por ti, tu moral, convicción e imaginación.
“Para aquellos que se rebelen aplicaran medidas ejemplificadoras, fomentando el miedo y anulando a aquellos que deseen subvertir el orden, se crea entonces una prisión fuera de los muros de las cárceles, una cárcel dentro de las propias conciencias, donde las rejas y candados son los miedos con que nos alimentan diariamente.”-Mauri-
Que el fuego de la revuelta incinere la cobardía y el miedo…Que el fuego de la revuelta brille en los ojos de Mauri, Crisitan y Diego.Ánimo compañerxs, nosotrxs seguimos sin claudicar… vuela libre, donde quiera que estés…
Centro Social Okupado y Biblioteca Sacco y Vanzetti.Julio. 2009 Santiago, Chile.

Comunicación y Poder

“Más vale deformar que repetir. Antes destruir que copiar. Vengan los monstruos si son jóvenes. El mal es lo que vamos dejando a nuestras espaldas. La belleza es el misterio
que nace.”
Rafael Barret



Entre fines de los 60´ y principios de la década de 1970, se ponen en boga ciertas teorías comunicacionales que parten de la premisa de entender y ver a los medios de información y a la comunicación social desde un rol preponderantemente instrumental al servicio de la dominación. Son indefectiblemente producto de la época, caracterizada por la visión maniquea del mundo bipolar, la guerra fría y el conservadurismo a ultranza. Latinoamérica no escapa a esta lógica, ya que está marcada por los movimientos populistas que florecen a lo largo y ancho del continente.
Entre los estudiosos de la comunicación hay un resurgir de la polémica, pero la discusión queda acotada a la visión instrumental de la comunicación, sin indagar los porqués de la preocupación de los poderosos por controlar los medios. La crítica se reduce a tres ejes: la denuncia sobre el control de la propiedad de los medios, la distorsión de la realidad que éstos ejercían, y el poder desplegado, en última instancia, sobre la recepción.
[1]
Es el momento donde se ponen de moda, por ejemplo, las teorías de Paulo Freire en Brasil, los estudios sobre la “invasión cultural” de Heriberto Muraro en Argentina, o “la propuesta de una genealogía de la comunicación” de Armand Mattelart en Chile. Estas discusiones escapan rápidamente a la influencia exclusiva de los intelectuales de la comunicación, y son tomadas por las diferentes izquierdas latinoamericanas al momento de pensar, proponer y desarrollar estrategias comunicaciones.
Básicamente estas interpretaciones giran en torno de dos modelos interpretativos respecto al funcionamiento de los medios y de la comunicación social: En la primera de esas interpretaciones se pone el foco de atención respecto al contenido ideológico del mensaje. Se considera que los medios masivos de información manipulan la realidad a través de la producción de información falsa. En la segunda interpretación, se parte de la premisa de que la clase dominante monopoliza los medios, las tecnologías aplicadas y los saberes. De esta manera, se lleva un poco más allá el análisis ya que no se acota únicamente a entender a la comunicación mediática como trasmisora de información falsa, sino que se la sitúa en los procesos de la producción social de sentido.
Sin embargo, y pese a este cambio sustancial la comunicación no deja de tener, para estos enfoques, una característica decisivamente instrumental, lineal, con sus instancias de producción y recepción bien determinadas. Esto se debe a que están en pleno apogeo las teorizaciones estructuralistas, marxistas y constructivistas en el campo de la comunicación. Teorizaciones que sobredimensionan la instancia de producción y la visión funcional de los medios.
Contemporánea de éstas ideas son las propuestas comunicacionales autodenominadas como de “contra información”. Estos medios “alternativos” florecen con fuerza en un sin fin de movimientos sociales y organizaciones políticas de izquierda de Europa y América Latina, en contraposición a las teorías funcionalistas tan en boga por esos momentos. Básicamente, y este tal vez sea su argumento más endeble desde lo teórico, nacen como práctica discursiva de oposición al discurso dominante y determinan como su razón de ser la hipótesis de que “Si el discurso de los medios de comunicación es ideológico (teorías de la manipulación), es decir, responde a los intereses de las clases dominantes, lo que resta por hacer es confrontarlo con otro discurso que responda a los intereses de las clases excluidas de los intereses de la primera.”
[2]
Pese a que intentan contraponerse comunicacionalmente a los discursos oficiales de la realidad mediática, caen en el mismo juego ya que las reglas que establecen sus caminos teóricos parten de la misma interpretación instrumental de la que intentan despejarse críticamente. Al igual que la “teoría de la manipulación”, la propuesta de los medios alternativos se focalizó en el contenido (contra) informativo de los mensajes. Reproduciendo la visión lineal, vertical entre las instancias de producción y recepción que muy bien pudo sintetizar Cassigoli en su conocida idea de que en los medios alternativos la información era entendida como “la práctica discursiva que interpreta la política del mensaje oficial y lo da vuelta”.
Esta estrechez de miras, donde se intenta re-situar a la comunicación desde una visión contra-hegemónica cae, inevitablemente, al igual que la teoría de la manipulación, en la dicotomía información falsa – manipulación/información verdadera – objetiva. Esto es así debido a que en ningún momento se intenta poner en tensión la idea preconcebida de que las instancias de producción – recepción son fijas, predefinidas e inamovibles. De esta manera, los medios de contra información, pensados originariamente como alternativas al discurso homogeneizador de los medios oficiales se constituyen, en la mayoría de los casos, en simples canales de transmisión de propuestas y estrategias comunicacionales enmarcadas dentro de instancias políticas e ideológicas totalizadoras de transformación social. Como lo habían sostenido los teóricos de las diferentes izquierdas, la alternatividad discursiva quedó encerrada en la idea marxista de superestructura, ya que fue norma corriente el situarla como órgano oficial de propaganda ideológica (práctica superestructural) de una organización política o movimiento social. De ahí que no puede desprenderse de la visión instrumental de la comunicación, ni de su visión ideológica, de contra-poder y en la disputa por la hegemonía la comunicación alternativa excedió el terreno comunicacional.
En su afán de contraponerse discursivamente al mensaje oficial, se posicionó en la misma sintonía de lo que supuestamente criticaba. Sus análisis se centraron en la producción del discurso, dejando en un segundo plano de importancia la recepción del mismo. Al mejor estilo funcionalista, terminó reproduciendo la idea de que los medios son “espejos” sociales donde la realidad mediática se refleja: “la contra información denunció lo falso que el poder produce, donde el espejo del lenguaje del poder refleja la realidad de manera deformada. La contra información reestablece la verdad, pero de manera puramente refleja. Como si fuera un espejo”.
[3]
Indagar sobre las implicancias sociales de los medios de información, analizar cómo sus discursos son naturalizados como verdades incuestionables y entender que la realidad mediática de los mass-media son construcciones sociales para nada inocentes, por el contrario, entender que persiguen determinados y específicos intereses, es un primer y necesario paso al momento de examinar cómo el poder nos interpela desde la esfera simbólica.
Seguir sosteniendo posiciones reduccionistas al momento de analizar a los medios y sus discursos no es el camino adecuado. Caducas quedaron las teorías centradas exclusivamente en la visión instrumental e ideológica de la comunicación/información. Una nueva forma de interpelar a los medios se nos impone, y el primer paso es reconocerlos no como meros canales de transmisión, sino entenderlos como influyentes actores de la cotidianeidad.

Gastón.



[1] Fernández María Cecilia. “Comunicación, Subjetividad y Autonomía en el activismo mediático italiano”
[2] Fernández María Cecilia. “Comunicación, Subjetividad y Autonomía en el activismo mediático italiano”
[3] Collectivo A/Traverso. Documentos

domingo, 12 de julio de 2009


La quimera del Poder Popular: una forma de integración al sistema.
Al menos como es entendido en general por la izquierda, el “Poder popular” sería una propuesta para construir el socialismo mediante un modelo de democracia participativa, que reestructuraría la organización sobre la que se sustenta el Estado. El poder popular estaría fundado en la vieja idea de Rousseau de voluntad general, transfiriendo las atribuciones del gobierno al pueblo, instituido en organizaciones asamblearias de base y eligiendo mediante el voto a los representantes en el gobierno popular.
Esta política requiere la toma del gobierno para impulsar la transferencia antes mencionada, pero de forma gradual para transformar la democracia representativa en participativa, y alcanzar el socialismo por el camino del poder popular. Es decir, se plantea un objetivo supuestamente revolucionario por un camino reformista, aderezado de jerga nacionalista, socialista y antiimperialista. Este fue un experimento que quedó trunco en Chile en 1973 por el golpe de Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende, y forma parte del canon ideológico de la Venezuela de Hugo Chávez y la Cuba post-bloque socialista, que recupera la consigna guevarista de desarrollar en el pueblo los “gérmenes de socialismo”. Este tipo de proyectos reformistas y autoritarios, defendido por la izquierda nacionalista y burguesa, han sido repudiados desde siempre por los anarquistas y sus teóricos más influentes, Bakunin y Malatesta, entre otros.
Sin embargo, desde hace un tiempo muchos compañeros libertarios latinoamericanos (argentinos, uruguayos, colombianos y brasileños) han publicado declaraciones acerca de la necesidad de que los anarquistas “construyamos el poder popular” luchando por la socialización del poder a fin de que no se convierta en la posesión de unos pocos. La idea que se propone apuntaría a construir un movimiento libertario anti-dogmático, aterrizado en la realidad y conectado con las luchas populares.
Estas formulaciones, como bien presuponen sus autores, podrían parecer “una contradicción irresoluble” a todo “luchador o luchadora de la libertad”. En realidad no lo parece, sino que es una contradicción irresoluble. Pero antes de responder por qué lo es, veamos en qué consiste esta propuesta.
En un documento titulado Anarquismo y Poder Popular, de la Red Libertaria Mateo Kramer de Colombia (http://redlibertariapopularmk.entodaspartes.net/), se hace la siguiente pregunta:
¿Debe el poder ser entendido únicamente como una imposición autoritaria, como un poder sobre? ¿No se puede comprender el poder de otra forma, es decir, como un poder-hacer colectivo, un poder-construir en conjunto? Son los de arriba, aquellos que mandan, los que nos han hecho creer que el poder es un “objeto” del cual ellos tienen posesión, una “cosa” despegada de las relaciones sociales, un aparato trascendente de sujeción. Pero, en cambio, nosotros y nosotras, los y las de abajo, concebimos el poder de otra forma: no como una “cosa”, sino como una “relación”, como un poder social alternativo y liberador. Así, nuestro poder es principalmente una capacidad colectiva de imaginar y de crear en el aquí y ahora una nueva sociedad.
Aquí surge una confusión en la pregunta que va a afectar a todo el análisis posterior. El término poder tiene múltiples acepciones, significados e interpretaciones, por su carácter polisémico. Podemos hablar de poder como una relación de dominio, como la capacidad de hacer, como posesión de algo, fuerza, capacidad de provocar efectos de verdad, mando, coerción, y finalmente, el gobierno de un país.
Claramente en la pregunta se confunde la acepción de relación de dominio (primera pregunta) con la acepción capacidad de hacer (segunda pregunta). Para mayor embrollo, el razonamiento prosigue proponiendo dejar de ver al poder como un objeto o instrumento y tomarlo como una relación, pero desdeñando que las relaciones de poder sean relaciones de dominio, y nuevamente proponiendo un poder como “capacidad colectiva de imaginar” (es decir, una competencia y no una relación).
Luego de semejante enredo, que no por enmarañado deja de ser de una simpleza y una frivolidad pasmosa, sería lícito preguntarse si todo se reduce a preferir una acepción por otra o a considerar que los anarquistas siempre han sido tan obtusos como para haber confundido siempre el poder con una “cosa” y nunca haberse percatado de que era una relación de dominio. Como si el hecho de pensar al poder en su aspecto relacional lo convirtiera en “un poder social alternativo y liberador”, y no en una relación asimétrica de dominio. El capitalismo, entre otras cosas, también es una relación social asimétrica (de explotación y dominio), y seguramente a estos compañeros no se les ocurriría olvidar este aspecto para proponer un “capitalismo social alternativo y liberador”.
En realidad, los anarquistas negamos el poder político, la capacidad de dominio de una institución, un grupo o un individuo sobre otras personas, el poder como sinónimo de gobierno. Es decir, toda la teoría anarquista se funda sobre una crítica al poder y los efectos que produce, expresado objetivamente en los medios, instituciones, dispositivos e instrumentos materiales a través de los que se ejerce el dominio, pero también subjetivado en relaciones asimétricas donde unos deciden y mandan mientras que otros obedecen y ejecutan. Los anarquistas nunca propusieron el poder popular, ni el poder para una clase, precisamente porque apuntaban a ese aspecto relacional del poder, donde si una clase o un grupo (aunque fuese mayoritario) ejercieran poder sobre otro, se convertiría en otra relación de dominio (asimétrica). Quien posee el poder ejerce
control sobre la conducta de quien los sufre. No existen relaciones de poder simétricas, porque cuando existe simetría y reciprocidad en una relación social, es porque la relación de poder ha dejado de existir.
En el documento también se afirma que, “para que este poder colectivo sea popular, el agente no puede ser otro que el pueblo, ese sujeto plural que se define por la reunión de las clases subalternas, de los marginales, de los desposeídos, de los excluidos”. Más allá de la obviedad de la proposición, se percibe una valoración de lo popular como positivo per sé, lo cual puede ocasionar ciertos conflictos. Lo popular no está exento de acarrear ciertas lacras sociales, como el sexismo, el nacionalismo o el racismo, por mencionar las más habituales. Si algo fuese definido como popular tan solo porque lo produce el agente “pueblo”, y si definimos al pueblo gramscianamente como clases subalternas, deberíamos también aceptar que dentro de ese pueblo hay gran cantidad de elementos sociales, culturales, políticos y económicos burgueses incrustados, que incluyen tanto al ama de casa, al vendedor ambulante y al obrero, como al policía de la esquina, al dueño de una verdulería o a un barrabrava futbolero. La esencia popular es precisamente ese carácter policlasista, que conjuga elementos revolucionarios y conservadores, proletarios y burgueses, libertarios y autoritarios.
Si -como sostienen- el poder popular es una nueva forma de relación, y apunta a poner “en marcha un nuevo ethos,” creando “otro mundo posible, un mundo distinto que se enfrenta al que ya conocemos,” y al mismo tiempo “es una praxis que en la misma medida en que va transformando los lugares de vida de las personas crea un bloque contrahegemónico, un bloque que entra en confrontación directa con el orden imperante,” entonces el poder popular planteado de esta forma comienza a tener puntos en común con el poder popular según lo ha entendido históricamente la izquierda. Este poder se presenta como una anticipación de la sociedad futura, como una práctica gradualista, que apunta a reemplazar al Estado y al capital. Lo que no se explica es como una cultura horizontal y libertaria, participativa e incluyente pueda tener cabida en una sociedad que es su negativo rotundo, en que los medios de comunicación, educación, explotación y represión están en manos de quienes detentan realmente el poder. Claro que existen prácticas solidarias, ayuda mutua, cooperación, altruismo y actitudes libertarias en el seno del pueblo, pero esto es más inherente a la condición humana que al ethos popular. Es sencillamente una ilusión creer que por propugnar el poder popular (como quiera que esto se entienda) vamos a estar más cerca de la auto-liberación de las masas. El sistema capitalista ha demostrado una gran capacidad de absorción de todos los movimientos populares, de todo signo: Venezuela y Cuba son un muy buen ejemplo de esto. Cuando excepcionalmente los gobiernos que realmente ejercen el poder conceden la posibilidad de que la gente practique alguna forma de autogestión, siempre es bajo el permiso y supervisión directa o indirecta, cuando no el interés, del Estado. Es un error plantear que, “el anarquismo que quiere socializar los medios de producción, también quiere socializar el poder y evitar que éste se convierta en el privilegio de unos pocos”, precisamente porque eso sería socializar la asimetría, haciendo del poder el “privilegio de la mayoría”, y donde aquello que una mayoría denominada “popular” imponga al resto “menos popular” su particular visión de lo que debe ser. Es una peligrosa ingenuidad suponer que dicho poder popular crearía “espacios alternativos de vida colectiva, lugares materiales y virtuales que escapan al control del capitalismo y de la autoridad”. Más aun cuando todas las experiencias históricas han demostrado exactamente el contrario, y nunca pudo coexistir un espacio libertario por mucho tiempo en una sociedad estatal sin enfrentarse con ella (como en Ucrania o Kronstadt y la revolución española), o siendo absorbido por el capitalismo y el Estado, como en Cuba o en la Venezuela bolivariana, donde el Poder Popular funciona como un mecanismo de autorregulación capitalista.
Contrariamente a los que sostiene la Red Libertaria Mateo Kramer, los anarquistas debemos aspirar a destruir toda forma de poder, sin dejar de organizarnos igualitaria y libremente, propugnando que el pueblo se autolibere. Porque las perspectivas políticas del populismo y el socialismo antiburgués siempre serán reformistas, aspirando a lo sumo a un capitalismo gestionado por la clase obrera, mediante cooperativas, sindicatos, partidos políticos o el “Estado Popular”.
Ser anarquista implica estar en contra del poder en todas sus formas, no solamente en contra de “algunas formas de poder”. El poder colectivo no es ausencia de poder, del mismo modo que un capital colectivo no es ausencia de capital. El ser anarquista no puede reducirse a enfrentarse al poder burgués, sus agentes económicos, culturales y políticos. No podemos hacer del pueblo o el poder popular un adorado fetiche, del que presuponemos revolucionario per sé. De lo contrario, pondremos al pueblo en el trono, para ser su propio opresor, alienado de sí mismo. Un Poder Popular negador de la liberación humana y que, parafraseando a Bakunin, no va a ser menos prepotente porque lleve inscrito el rótulo de “poder del pueblo”.
Patrick Rossineri.

Publicado en Libertad! (Agosto-Septiembre)

domingo, 21 de junio de 2009

Carta a los estudiantes escrita por trabajadores atenienses

La mayoría de nosotros aún no nos hemos quedado calvos ni nos ha salido barriga. Somos parte del movimiento de 1990-91. Habéis tenido que oír hablar de aquello. En aquel entonces, cuando habíamos ocupado nuestras escuelas durante 30-35 días, los fascistas mataron a un profesor porque fue más allá de su rol natural (el de ser nuestro guardián) y cruzó la línea hacia el lado opuesto: vino con nosotros, a nuestra lucha. Entonces, hasta el más duro de nosotros fue a la calle a los disturbios. Sin embargo, nosotros ni siquiera pensamos en hacer lo que tan fácilmente hacen ustedes hoy: atacar comisarías (aunque cantábamos aquello de "quemar comisarías...").
Así pues, han ido más allá que nosotros, como ocurre siempre en la historia. Las condiciones son diferentes, por supuesto. En los ‘90 nos compraron con la excusa del éxito personal y algunos de nosotros nos lo tragamos. Ahora la gente no se cree este cuento de hadas. Sus hermanos mayores nos lo demostraron durante el movimiento estudiantil de 2006-07; ustedes ahora les escupen su cuento de hadas a la cara.
Todo bien hasta el momento
Ahora comienzan las buenas y difíciles cuestiones:
Para empezar, les decimos que lo que hemos aprendido de sus luchas y de nuestras derrotas (porque mientras el mundo no sea nuestro siempre seremos perdedores) y pueden usar lo que hemos aprendido como quieran:
- No se queden solos. Llámennos; llamen a tanta gente como sea posible. No sabemos cómo pueden hacerlo, ya encontrarán la manera. Ya han ocupado sus escuelas y nos dicen que la razón más importante es que no les gustan. Bien. Ya que las han ocupado, inviértanles el rol. Intercambien sus ocupaciones con otra gente. Dejen que sus escuelas sean el primer hogar para nuestras nuevas relaciones. Su arma más potente es nuestra división. Tal y como ustedes no temen atacar las comisarías porque están unidos, no teman llamarnos para cambiar nuestras vidas todos juntos.
- No escuchen a ninguna organización política (ni anarquista, ni ninguna). Hagan lo que necesiten. Confíen en la gente, no en esquemas e ideas abstractas. Confíen en sus relaciones directas con la gente. Confíen en sus amigos: hagan su lucha de cuanta más gente posible, su gente. No les escuchen cuando les digan que su lucha no tiene contenido político y que debería tenerlo. Su lucha es el contenido. Tan sólo tienen su lucha y está en sus manos asegurar su avance. Tan sólo ella puede cambiar su vida, a ustedes y las relaciones reales con sus compañeros.
- No teman actuar cuando se enfrenten a cosas nuevas. Cada uno de nosotros, ahora que nos hacemos mayores, tiene algo sembrado en su cerebro. Ustedes también, aunque sean jóvenes. No olviden la importancia de este hecho. En 1991, nos enfrentamos al olor de un nuevo mundo y, créannos, lo encontramos difícil. Habíamos aprendido que siempre debe haber límites. No teman la destrucción de mercancías. No se asusten ante los saqueos de tiendas. Lo hacemos porque es nuestro. Ustedes (como nosotros en el pasado) han sido criados para levantarse todas las mañanas con el fin de hacer cosas que más tarde no serán suyas. Recuperémoslas y compartámoslas. Tal y como hacemos con nuestros amigos y el amor.
Les pedimos disculpas por escribir esta carta tan rápidamente, pero lo hacemos al ritmo del trabajo, en secreto para evitar que se entere el jefe. Somos prisioneros en el trabajo, como ustedes en la escuela.
Ahora le mentiremos a nuestro jefe y dejaremos el trabajo: nos reuniremos con ustedes en Syntagma con piedras en las manos.

Proletarios

Traducido por
Klinamen.org
Versión en inglés extraída de libcom.org



domingo, 7 de junio de 2009

AMADEU CASELLAS ABANDONA LA HUELGA DE SED, POR MOTIVOS DE SALUD, Y SIGUE ADELANTE CON LA HUELGA DE HAMBRE. LAS REPRESALIAS CONTINUAN.
Estamos a la espera de recibir un comunicado de Amadeu explicando los últimos acontecimientos, pero de momento os explicamos lo que hemos podido saber después de la visita de sus abogadxs, hoy 3 de junio de 2009.
En primer lugar comentar que su estado de salud se está deteriorando preocupantemente. Estos tres días de huelga de sed han empeorado su ya maltrecha situación. Después de la revisión médica a día de hoy, la doctora le ha advertido de la gravedad de su situación y del peligro que corría de sufrir una insuficiencia renal si continuaba sin tomar agua. Es por esto que deja la huelga de sed, aunque sigue adelante con la de hambre, pues la situación se está empeorando.
El sábado día 30 de mayo, le fue a visitar a la enfermería –que es donde se encuentra hace días- el director de Brians 2, Pedro Domínguez, advirtiéndole de que iban a tomar represalias contra él. Amadeu, que ya se adelantó a estas represalias haciendo un escrito al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, recibió el lunes por escrito la materialización de las mismas: prohibición de comunicaciones orales con todas las personas autorizadas a excepción de los familiares e intervención de la entrada y salida de correo. A esto se sumó un registro que dejó la celda destrozada y en el que se le requisó documentación y objetos personales, que fueron retornados al día siguiente.
Estas decisiones que vienen directamente de la dirección de la prisión, se argumentan en un supuesto “riesgo para el personal y el centro”, dado que establecen una conexión directa entre los comunicados de Amadeu publicados en la red, y algunas “acciones violentas contra materiales y personas” "de grupos antisistema". En concreto se refieren a un ataque contra el CIRE (27/05/2009) y una manifestación del 30/05/2009, ambas en Barcelona. Explican además que los últimos comunicados de Amadeu denuncian a ciertas personas pertenecientes a la Institución carcelaria, dejando entrever que sólo el hecho de denunciar a personajes como Montserrat Tura o Albert Batlle le pueden suponer problemas.
Nosotrxs pensamos que todo esto no son más que represalias por mantener una actitud de lucha constante y por estar denunciando muertes, injusticias y trapicheos cometidos dentro de las prisiones catalanas. Consideramos que Amadeu no tiene ninguna responsabilidad sobre las acciones que la gente solidaria pueda emprender de forma anónima. El intento de reprimir la solidaridad incomunicándole a él no tiene ninguna eficacia, la lucha en la calle no cesará puesto que no depende de él, brota de forma espontánea y horizontal, y seguirá existiendo mientras quede una sola presa encerrada.
Como veis la situación está bastante tensa no sólo por el delicado estado de salud de Amadeu, si no también por la actitud represora de la prisión, desde el director hasta los carceleros están al tanto de la situación y contribuyen a crear este clima de tensión. Lxs abogadxs nos han explicado que les han sometido a un control más severo de lo normal.
Somos conscientes de que en estas últimas semanas ha habido cierta confusión y falta de comunicación por parte de los distintos grupos que estamos apoyando a Amadeu. Por un lado las restricciones de comunicación con Amadeu, -a partir de ahora más- nos hacen difícil tener su opinión de forma directa e inmediata; por otro, el aislamiento al que está sometido que le impide tener una visión clara de los acontecimientos en le exterior; y finalmente las diferentes visiones que tenemos cada grupo de hacer real nuestro apoyo, creemos que son las causas de esta situación enrarecida, por la que pedimos disculpas en lo que a nuestros errores respecta. En cualquier caso nosotrxs seguimos adelante más dispuestos que nunca, pues la situación lo requiere.
Pedimos la máxima solidaridad de manera urgente, en las múltiples formas que creáis oportunas, hasta que Amadeu esté libre.
Las próximas acciones propuestas son las siguientes:
Convocatorias de envíos de faxes y llamadas telefónicas de colapso:
Viernes 5, lunes 8 y miércoles 10.
Direcciones donde se pueden enviar faxes, cartas o llamar y emails! SOLIDARIDAD URGENTE
Dirección General de Serveis Penitenciaris C/ Aragó, 33208009 BarcelonaTlf. 93.214 0100Fax. 93 214 0179
A la atención del Director de Brians-2, Pedro DominguezA la atención de la Junta de Tratamiento del MR 4C.P. Brians 2Carretera de Martorell a Capellades, km 2308635 Sant Esteve SesroviresTlf. 93 693 50 00Fax. 93 693 5013
A la atención de Remei BonaJutjat de Vigilància Penitenciària núm. 4 de CatalunyaVia Laietana, 408003 BarcelonaTeléfono.- 93 567 4494Fax. 93 567 4504
Sindic de GreugesPasseig de Lluís Companys 708003 BarcelonaTlf: 900 124 124Fax: 933 013 187E-mail sindic (at) sindic.cat