martes, 27 de mayo de 2008

Sociedad Carcelaria

“El Estado es evidentemente nuestro enemigo; si no lo destruimos primero, nos destruirá él a nosotros”. (Meltzer y Crhistie)

Al hablar de cárceles y encierro no hay que pensar únicamente en la institución en sí, sino que debemos llevar el análisis un poco más en profundidad y entender que para que exista como tal previamente tienen que estar las causas que la originen y le den el sustento social necesario para legitimar su accionar, naturalizar su idea (teórica y práctica), o en todo caso, para que sea aceptada como un “mal menor” que “reeduque y reinserte socialmente” (aristas hipócritas del léxico jurídico) a los “reos” e “ilegales” que se atrevan a pervertir el “correcto funcionamiento social”. Nada de casualidades divinas o terrenales, ni hechos fortuitos en el desarrollo histórico posibilitaron su aparición, sino que responde a hechos concretos, palpables; a causas determinables. Y entre ellas, la causa primaria es el sistema de explotación y opresión capitalista (Estado/Capital) que garantiza la división de la sociedad entre quienes tienen las riquezas que, vaya paradoja, no producen; y quienes no tienen absolutamente nada, y que son los que trabajan.
De esta forma, las cárceles no son sólo los centros de encierro (incluidos psiquiátricos, hospitales, escuelas), sino todo un entramado social a disposición exclusiva de los designios de los poderosos. La sociedad burguesa, la que valida y encuentra su razón de ser en la explotación del hombre por el hombre, es la cárcel que aniquila el desarrollo individual y colectivo de los seres humanos. La sustentan y determinan los Estados, los capitalistas, las leyes, los políticos, las constituciones, la educación, la prensa, los periodistas, los patrones, los curas, la policía de carne y hueso y las mentalidades policíacas, la democracia, los partidos políticos , y un sin fin de etcs, que directa o indirectamente, consciente e inconscientemente alimentan al sistema de explotación y opresión capitalista.
Es bien claro el funcionamiento social actual, y sólo los necios, o aquellos que tienen intereses en juego, pueden negar esta realidad de sometimiento. ¿O acaso no lo percibimos cuando salimos a la calle y vemos a los ricos cada vez más ricos a causa del trabajo y la pobreza de otros? La hipócrita realidad nos choca todos los días cuando vendemos nuestro tiempo al patrón de turno, aquel que día a día se enriquece de nuestro esfuerzo.
Los burgueses son los ideólogos del sistema, son quienes legitiman el accionar capitalista basado en la acumulación de las riquezas a través de la explotación del hombre por el hombre con el único fin de poder controlar todo el desarrollo de la vida social. Y son conscientes de su funcionamiento por que saben que con la mera represión no alcanza para calmar los ánimos de los desposeídos de siempre. Entonces es ahí cuando entran en juego sus laderos más fieles: los jueces y sus leyes, rejas y cárceles; los policías y sus balas; la escuela y la iglesia con sus normas del “buen vivir”; la prensa y los periodistas con sus estereotipos del “ciudadano atento y comprometido con el desarrollo social común”. Todo cuidadosamente aceitado para hacer convivir la represión y la persuasión, instalando el miedo y el “respeto” por la omnipresencia estatal.
Esquemas culturales, normas sociales, figuras jurídicas, y por supuesto, la prepotencia de la violencia legal son las relaciones propuestas, desarrolladas y defendidas por los burgueses. Y todo persiguiendo un único fin: dejar intacto el sistema de explotación (Capital/Estado) y sus instituciones. Esta es la sociedad en la que vivimos, la cárcel que día a día extermina nuestras vidas, la misma que margina y solo tiene muerte para ofrecernos.
Ante lo expuesto no quedan más que dos opciones: o se acepta sumisamente “los designios de la historia” (latiguillo de los intelectualoides de turno); o se niega, se contrasta y combate la realidad impuesta. O se está con la autoridad, o se construye en pos de la libertad en igualdad.
Como anarquistas nuestras posiciones son claras: proponemos y luchamos por la socialización de las riquezas en vez de la propiedad privada, y por la abolición de todas las instituciones sociales sustentadas desde la autoridad. Sólo posible si transitamos el camino del comunismo anárquico, única forma de acabar con el principal problema a desterrar: la explotación del hombre por el hombre.
Gastón.






viernes, 16 de mayo de 2008

REALIDADES
“Desde que se comprobó que la propiedad es un robo, no hay más ladrones aquí que los propietarios”

Hipocresía. Sobre esta cualidad giran hoy los discursos y prácticas de cada uno de los actores intervinientes del denominado “problema del campo”. Unos y otros son intransigentes en sus verdades absolutas, y pretenden hacer ver que sus posturas y artilugios políticos son antagonismos insalvables, infranqueables: dos modelos opuestos en lo político-económico. Sin embargo, es notorio que el conflicto actual no es otra cosa más que una puja de poderes hacia dentro de la burguesía en cuanto a márgenes de ganancias y pérdidas dispuestos a acumular y absorber por los distintos sectores en rebeldía, llámense éstos pequeños, medianos o grandes capitalistas, propietarios, arrendatarios, pooles sojeros, burocracias sindicales, gobierno. Es palpable esta situación básicamente por que todos los que de una forma u otra son actores directos en el conflicto concuerdan en lo primordial: el modelo de saqueo de la tierra como consecuencia del monocultivo a ultranza; la contaminación y desertización en pos de los beneficios económicos, la rentabilidad y concentración de riquezas de las corporaciones agro-ganaderas, las nuevas formas de colonizaciones económicas y sociales avaladas por la prepotencia de las topadoras, vericuetos jurídicos, persecuciones, torturas, humillaciones, miseria y muerte que sufren día a día, y en carne propia los hombres, mujeres y niños que trabajan de sol a sol en los campos.
Este es el hilo conductor de la crisis, y el que no debemos perder de vista al momento de reflexionar y pensar sobre las causas y consecuencias del llamado problema del campo, que inevitablemente golpea, una vez más, sobre los que nada tienen. Por que es innegable que los capitalistas del campo (y acá me parece anecdótico separarlos en arbitrarias clasificaciones al estilo pequeños, medianos y grandes) y el gobierno (en este caso peronista, pero nada seria distinto si fuese radical, arista o macrista, pues bien sabemos cuáles son los intereses que defienden los gobiernos) están ligados y asociados al mismo modelo agro-exportador que genera ganancias exorbitantes para algunos pocos, llámense Cargill, Monsanto, Grobocopatel, Urquiza, Miguens o el que se nos ocurra; y pobreza a miles de hombres y mujeres que trabajan y viven en condiciones penosas en cualquier campo (de nuevo me resulta absurda su división en pequeño, mediano o chico).
Sobre las falsas dicotomías campo/ciudad; burocracias/productores rurales; grupos económicos/inversores nacionales; oligarquía/gobierno popular se estructuran los discursos de turno de los “analistas especializados” no sólo de los medios burgueses de información, sino también de los teóricos de los partidos de la izquierda parlamentaria y la autodenominada revolucionaria (a quienes mágicamente se le ha formado un nuevo actor revolucionario: el productor agropecuario). Con total naturalidad y desparpajo hablan de paro agropecuario, cuando en realidad lo que vimos y vivimos fue un lock out patronal que afectó directamente sobre quienes menos tienen. Se apoyaron piquetes y cortes de ruta de los productores afiliados a las burocracias sindicales del campo (llámense Federación Agraria Argentina, Sociedad Rural), acentuando y agudizando el desabastecimiento y generando un alza desmedida de los precios en los productos alimenticios. Y todo ello por ser “políticamente correctos”. ¿O todavía alguien duda qué intereses defiende la Sociedad Rural Argentina? ¿Acaso no hay un saqueo constante sobre los bienes naturales como consecuencia de las políticas económicas defendidas por las asociaciones rurales y los productores que las componen y le dan sentido? ¿Alguna de estas burocracias propuso a lo largo de la historia una reforma agraria integral?
Mientras tanto, en la realidad inmediata de muchos hombres y mujeres que sólo tienen sus cuerpos y fuerzas para hacer frente a la desdicha de sus vidas, marcadas a fuego lento por la miseria y la humillación, las urgencias son otras, y están lejos sus necesidades de la puja política y económica entablada entre burocracias, gobierno y productores. Básicamente sus demandas giran en torno al acceso a la tierra, y de que ésta esté en manos de quienes la trabajan y la han habitado ancestralmente. Acceso negado históricamente por los capitalistas agro-ganaderos y los diferentes gobiernos de turno en pos de intereses económicos y geo-políticos de acumulación, saqueo y usurpación.
Hipocresía. Por que el tratamiento informativo y político hace hincapié, de manera exclusiva en la crisis desatada entre los capitalistas agropecuarios y el gobierno, ocultando el problema del abandono de la tierra, del éxodo rural hacia los centros urbanos que los pobladores originarios y campesinos vienen acentuando con el correr de los años como consecuencia del desarrollo y perfeccionamiento del capital y sus mercados. Usurpación y destierro que las diferentes organizaciones locales y campesinas del sur de Córdoba, Santiago del Estero, Chaco, sólo por citar algunos lugares de tensión cotidiana, vienen denunciando, y que las llevó a formar lazos inmediatos de relación para enfrentar el atropello y la prepotencia de las topadoras y los matones de turno. Lazos de relación heterogéneos y amplios que van desde propuestas de reforma agraria integral con soberanía alimentaria, colectivización de la tierra, relación directa con la naturaleza y diversidad cultural, que se contrastan y se diferencian del modelo de relación capitalista de acumulación económica cada vez más profunda y salvaje, que esta puja entre capital y autoridad dejó evidenciar claramente (puja que no es declaración de guerra entre Estado/Capital, sino un inevitable choque de acomodamiento de intereses). Solidaridad inmediata y estrecha como consecuencia del hostigamiento e indefensión frente al poder económico y político de los terratenientes de la tierra, amparados por el marco legal burgués ante la atenta tutela de la omnipresencia estatal.
No perder de vista esta realidad cotidiana de los trabajadores y pobladores del campo se hace imperioso para reflexionar, pensar y analizar la explotación económica y la opresión que el sistema capitalista impone sobre cualquier manifestación de la vida en sociedad. Reconocernos, vincularnos y solidarizarnos con quienes sufren en carne propia la humillación cotidiana es un primer y necesario paso para empezar a pensar los caminos en pos de la destrucción de las relaciones capitalistas. Destrucción sólo posible en la medida que seamos capaces de radicalizar, siendo beligerantes e intransigentes, la visión anárquica de la vida en sociedad para comenzar a cuestionar la explotación del hombre por el hombre, fundamento primordial del capitalismo y sus instituciones.

Gastón.