viernes, 16 de mayo de 2008

REALIDADES
“Desde que se comprobó que la propiedad es un robo, no hay más ladrones aquí que los propietarios”

Hipocresía. Sobre esta cualidad giran hoy los discursos y prácticas de cada uno de los actores intervinientes del denominado “problema del campo”. Unos y otros son intransigentes en sus verdades absolutas, y pretenden hacer ver que sus posturas y artilugios políticos son antagonismos insalvables, infranqueables: dos modelos opuestos en lo político-económico. Sin embargo, es notorio que el conflicto actual no es otra cosa más que una puja de poderes hacia dentro de la burguesía en cuanto a márgenes de ganancias y pérdidas dispuestos a acumular y absorber por los distintos sectores en rebeldía, llámense éstos pequeños, medianos o grandes capitalistas, propietarios, arrendatarios, pooles sojeros, burocracias sindicales, gobierno. Es palpable esta situación básicamente por que todos los que de una forma u otra son actores directos en el conflicto concuerdan en lo primordial: el modelo de saqueo de la tierra como consecuencia del monocultivo a ultranza; la contaminación y desertización en pos de los beneficios económicos, la rentabilidad y concentración de riquezas de las corporaciones agro-ganaderas, las nuevas formas de colonizaciones económicas y sociales avaladas por la prepotencia de las topadoras, vericuetos jurídicos, persecuciones, torturas, humillaciones, miseria y muerte que sufren día a día, y en carne propia los hombres, mujeres y niños que trabajan de sol a sol en los campos.
Este es el hilo conductor de la crisis, y el que no debemos perder de vista al momento de reflexionar y pensar sobre las causas y consecuencias del llamado problema del campo, que inevitablemente golpea, una vez más, sobre los que nada tienen. Por que es innegable que los capitalistas del campo (y acá me parece anecdótico separarlos en arbitrarias clasificaciones al estilo pequeños, medianos y grandes) y el gobierno (en este caso peronista, pero nada seria distinto si fuese radical, arista o macrista, pues bien sabemos cuáles son los intereses que defienden los gobiernos) están ligados y asociados al mismo modelo agro-exportador que genera ganancias exorbitantes para algunos pocos, llámense Cargill, Monsanto, Grobocopatel, Urquiza, Miguens o el que se nos ocurra; y pobreza a miles de hombres y mujeres que trabajan y viven en condiciones penosas en cualquier campo (de nuevo me resulta absurda su división en pequeño, mediano o chico).
Sobre las falsas dicotomías campo/ciudad; burocracias/productores rurales; grupos económicos/inversores nacionales; oligarquía/gobierno popular se estructuran los discursos de turno de los “analistas especializados” no sólo de los medios burgueses de información, sino también de los teóricos de los partidos de la izquierda parlamentaria y la autodenominada revolucionaria (a quienes mágicamente se le ha formado un nuevo actor revolucionario: el productor agropecuario). Con total naturalidad y desparpajo hablan de paro agropecuario, cuando en realidad lo que vimos y vivimos fue un lock out patronal que afectó directamente sobre quienes menos tienen. Se apoyaron piquetes y cortes de ruta de los productores afiliados a las burocracias sindicales del campo (llámense Federación Agraria Argentina, Sociedad Rural), acentuando y agudizando el desabastecimiento y generando un alza desmedida de los precios en los productos alimenticios. Y todo ello por ser “políticamente correctos”. ¿O todavía alguien duda qué intereses defiende la Sociedad Rural Argentina? ¿Acaso no hay un saqueo constante sobre los bienes naturales como consecuencia de las políticas económicas defendidas por las asociaciones rurales y los productores que las componen y le dan sentido? ¿Alguna de estas burocracias propuso a lo largo de la historia una reforma agraria integral?
Mientras tanto, en la realidad inmediata de muchos hombres y mujeres que sólo tienen sus cuerpos y fuerzas para hacer frente a la desdicha de sus vidas, marcadas a fuego lento por la miseria y la humillación, las urgencias son otras, y están lejos sus necesidades de la puja política y económica entablada entre burocracias, gobierno y productores. Básicamente sus demandas giran en torno al acceso a la tierra, y de que ésta esté en manos de quienes la trabajan y la han habitado ancestralmente. Acceso negado históricamente por los capitalistas agro-ganaderos y los diferentes gobiernos de turno en pos de intereses económicos y geo-políticos de acumulación, saqueo y usurpación.
Hipocresía. Por que el tratamiento informativo y político hace hincapié, de manera exclusiva en la crisis desatada entre los capitalistas agropecuarios y el gobierno, ocultando el problema del abandono de la tierra, del éxodo rural hacia los centros urbanos que los pobladores originarios y campesinos vienen acentuando con el correr de los años como consecuencia del desarrollo y perfeccionamiento del capital y sus mercados. Usurpación y destierro que las diferentes organizaciones locales y campesinas del sur de Córdoba, Santiago del Estero, Chaco, sólo por citar algunos lugares de tensión cotidiana, vienen denunciando, y que las llevó a formar lazos inmediatos de relación para enfrentar el atropello y la prepotencia de las topadoras y los matones de turno. Lazos de relación heterogéneos y amplios que van desde propuestas de reforma agraria integral con soberanía alimentaria, colectivización de la tierra, relación directa con la naturaleza y diversidad cultural, que se contrastan y se diferencian del modelo de relación capitalista de acumulación económica cada vez más profunda y salvaje, que esta puja entre capital y autoridad dejó evidenciar claramente (puja que no es declaración de guerra entre Estado/Capital, sino un inevitable choque de acomodamiento de intereses). Solidaridad inmediata y estrecha como consecuencia del hostigamiento e indefensión frente al poder económico y político de los terratenientes de la tierra, amparados por el marco legal burgués ante la atenta tutela de la omnipresencia estatal.
No perder de vista esta realidad cotidiana de los trabajadores y pobladores del campo se hace imperioso para reflexionar, pensar y analizar la explotación económica y la opresión que el sistema capitalista impone sobre cualquier manifestación de la vida en sociedad. Reconocernos, vincularnos y solidarizarnos con quienes sufren en carne propia la humillación cotidiana es un primer y necesario paso para empezar a pensar los caminos en pos de la destrucción de las relaciones capitalistas. Destrucción sólo posible en la medida que seamos capaces de radicalizar, siendo beligerantes e intransigentes, la visión anárquica de la vida en sociedad para comenzar a cuestionar la explotación del hombre por el hombre, fundamento primordial del capitalismo y sus instituciones.

Gastón.