viernes, 29 de agosto de 2008

OLVIDOS INTENCIONADOS

Es increíble constatar una vez más como la vorágine informativa de los medios, y su afán desmedido por la primicia, se ha deglutido, en cuestión de pocos días, lo que hace apenas semanas atrás era “el tema nacional” por excelencia. ¿Hace falta mencionar a cual hago referencia? De ser así lo materializo en palabras para no crear confusiones en el ocasional lector de esta nota: El campo, sus terratenientes, las sociedades rurales, el gobierno, y por supuesto la ciudadanía y sus partidos políticos.
En un abrir y cerrar de ojos el problema del campo y las retenciones móviles fue borrado de la arena mediática, dejando en el tapete temas de relevancia social por sus consecuencias inmediatas. Por que es innegable que el problema no termina con la erogación de la resolución 125, sino que se hace imperioso ir más allá de la histérica disputa campo/ciudad; terratenientes-sociedades rurales/gobierno, buscando relanzar a debate temas importantes olvidados mágicamente. Y entre ellos, el eje central gira en torno a la innegable realidad de que nos estamos convirtiendo en un país productor de alimentos forrajeros, poco aptos para el consumo humano, de baja calidad, transgénicos, orientados por la rentabilidad que da la soja. Todo ello producto de la denominada revolución verde de la soja transgénica y de sus “ventajas” en cuanto a simplificación de tareas, ahorro de combustible y márgenes favorables en la relación venta/costo de producción.
Pero para proponer relanzar temas a debate no debemos quedarnos en la mera enumeración esquemática, sino que tenemos que partir de supuestos comprobables, contrastables en la realidad. Y uno de esos argumentos, es la convicción de que la proliferación e intensificación de los agro negocios por parte de las corporaciones nacionales e internacionales, avalados y legitimados por el accionar de las políticas económicas del estado argentino; y que involucra intencionalmente a los dueños de la tierra y al sector científico-técnico (léase por ejemplo INTA, Universidades, etc.), es una consecuencia de las nuevas formas de colonización, o mejor dicho de neo-colonización económica que las corporaciones europeas, asiáticas y norteamericanas han planificado para los territorios sudamericanos, ricos en extensiones de tierras fértiles. Además, y teniendo en cuenta este contexto, ¿alguien puede dudar que el crecimiento económico de los últimos años agudizó aún más el problema de la concentración de la riqueza; o que dicha proliferación de los agro negocios agudizó la contaminación, desertización, infertilidad y abandono forzado de la tierra por los campesinos y pobladores rurales?
Siguiendo con la línea argumental, y apelando a la historia económica argentina vale resaltar que este modelo neo-colonial de monocultivos transgénicos, donde la soja RR es el principal “caballito de batalla”, fue impuesto a principios de la década del 80’ con el advenimiento de la democracia parlamentaria para producir divisas monetarias y hacer frente a las exigencias de la denominada deuda externa. El nuevo modelo económico, basado en el monocultivo de la soja RR para uso exclusivo de exportación, procura satisfacer las necesidades que los mercados mundiales tienen de forrajes y agro combustibles para saciar las ansias consumistas de europeos y asiáticos (sobre todo los nuevos ricos chinos).
Ante lo expuesto hasta el momento, ninguna persona con sentido crítico y lectura de la realidad puede no imaginarse las consecuencias de este modelo devastador. Igualmente no están demás argumentar lo dicho con estadísticas avaladas por el Grupo de Reflexión Rural (GRR)
[1]: “La aceptación del monocultivo de soja como inevitable, como el único camino, y por otro lado, acompañado de advertencias tales como: la plantita no es mala en sí misma, o no debemos demonizarla, hace que la sociedad haya aceptado sin conmoción que menos del 10% de la población viva en zonas rurales, que haya 24 nuevos asentamientos ( hacia julio de 2006) en la Capital Federal, y que en tales asentamientos, 8 de cada 10 habitantes sean desplazados rurales”.
O que en la década del 90’ se produjera la mayor transferencia de predios agrícolas del siglo XX, o que 13 millones de hectáreas quedaran embargadas por deudas con entidades del sistema financiero (y sabiendo a qué manos fueron esas tierras), o que se redujeran más del 44% de la superficie cultivada de arroz, más del 26% de maíz, 34% de girasol, más de 3% de trigo y 10 veces la superficie de algodón.
Que el modelo de la soja se incremente en 700000 hectáreas anuales de cultivo, o que 20 millones de hectáreas, de las 25 millones de hectáreas con cultivos anuales estén en manos de no más de 2000 empresas.
De esta forma, y teniendo como horizonte la realidad actual, es innegable que Argentina, en donde sus clases altas se vanagloriaban de ser el granero del mundo, se haya convertido en cuestión de pocos años en un simple monoproductor de soja transgénica, con los problemas que ello acarrea: contaminación ambiental y merma en la producción de alimentos para consumo propio.
La implantación forzada de modelos de siembra acarrea inevitablemente consecuencias negativas sobre el suelo cultivable. También produce alteraciones en los modos en que nos relacionamos con la naturaleza, ocasionando problemas en las poblaciones afectadas directamente a nuevas técnicas y tecnologías aplicadas a estos monocultivos ajenos a la geografía específica, forzado por el afán de lucro y acumulación. Esta es una realidad que involucra a cualquier pedazo de tierra fértil, y por lo tanto cultivable, de Sudamérica, de la que por supuesto no está ajena la región argentina.
La extensión desmedida, impensada hasta no hace mucho, de la frontera agrícola es la responsable de la desaparición del impenetrable en la provincia del Chaco
[2] y de la muerte de muchos de sus pobladores por hambre. En provincias tan disímiles como Santiago del Estero, Salta o Córdoba, la implantación del monocultivo de soja transgénica a producido colapsos ambientales como inundaciones, deforestación de bosques, pérdida de fertilidad de suelos, sequías prolongadas, contaminación y aparición de enfermedades como afecciones respiratorias y problemas en la piel, como así también casos de cáncer producto de la utilización de herbicidas (entre ellos podemos destacar al glifosato , utilizado indiscriminadamente por ser el único que resiste la planta de la soja, aunque no así el resto de la flora).
Este es el transfondo social, económico y ambiental que medios de información, productores y políticos han decidido borrar del debate mediático. Pero es también una realidad de la cuál no podemos evadirnos si pretendemos empezar a pensar, discutir y proponer nuevos lazos de relación entre los hombres, y entre éstos y la naturaleza. Mucho dependerá de cómo nos pensemos como sujetos sociales, y que ideas y propuestas hagamos propias.
Juguete Rabioso.



[1] Se pueden consultar noticias, documentos y estadísticas en www.grr.org.ar
[2] Grupo de Reflexión Rural. Documento: “Algunas propuestas frente a la crisis”.