jueves, 29 de enero de 2009


Operación Plomo Sólido: las mentiras del Poder


No hay palabras para describir el horror, ni estadística valedera que sirva de sustento para legitimar acciones, determinar aciertos o justificar “daños colaterales” cuando lo que está en juego es la vida misma. Una vez más las ansias de poder, la avaricia económica y la ceguera ciudadana teñida de odios raciales, religiosos y culturales han puesto en vilo a millones de personas. Una vez más la prepotencia de las armas se impone como alternativa de solución ante problemas ocasionados por la racionalidad estatal, la cual históricamente a sabido fomentar y manipular para sí el odio y la segregación social a base de falsas abstracciones de amor a la patria, respeto a la autoridad y compromiso ciudadano.
Esta vez no es Bosnia, ni Serbia, ni el Congo o Sudáfrica o Ruanda, tampoco Somalia, Chechenia o el Tíbet, Cachemira o Nepal. Esta vez no hablamos de Irak ni Afganistán. El foco de atención está puesto desde fines de diciembre en la convulsionada franja de Gaza y Cisjordania; en los ataques constantes a la población civil por parte del ejército israelí y Hamas y en el silencio hipócrita de los estados con intereses en juego en el conflicto bélico. Todos condenan la sangre derramada, pero nadie está dispuesto a perder: ni Israel, ni Estados Unidos, su maestro aleccionador. Tampoco Hamas o los estados árabes, ni que hablar de la ONU con su raquítico Consejo de Seguridad. Mientras tanto medio millón de habitantes de la zona de Gaza-Cisjordania están a merced de la locura belicista de los asesinos de turno, fervientes defensores del progreso civilizado.
La crisis actual, la cual no es más que un continuo histórico rastreable en el tiempo, es producto, entre otras cuestiones, del fin del armisticio pactado por Israel y Hamas hasta el 19 de diciembre. Y lo que alega el gobierno israelí es que se trata meramente de una maniobra defensiva ante los ataques reiterados por parte de Hamas a la población civil de los pueblos de la frontera israelí. Aunque hilando profundamente podemos afirmar también que se debe en gran medida a la situación política en Israel, convulsionada por las próximas elecciones parlamentarias y el crecimiento constante del descontento ciudadano por el accionar de los políticos de turno.
Teniendo en cuenta este contexto es que Israel define a la “operación plomo sólido” como una estrategia militar defensiva inevitable pues el objetivo es tomar e inutilizar los territorios que Hamas ocupa para lanzar cohetes sobre suelo israelí. Al respecto desde los altos mandos del ejército israelí se sostiene que “aquellos que usen a civiles, ancianos, mujeres o niños como escudos humanos son responsables de todo daño a la población civil. Cualquiera que esconda a un terrorista o armas en su casa será considerado él mismo un terrorista”. A lo que se contestó rápidamente desde el brazo armado del movimiento palestino Hamas que “a Israel le espera un sombrío destino en su incursión por Gaza”. Justificaciones recíprocas que de nada sirven al momento de querer aprobar acciones militares que sólo logran llevar desesperación, terror, humillación y muerte a infinidad de seres humanos ajenos a los artilugios que el poder despliega maquiavélicamente con el sólo objetivo de mantener intacto sus privilegios políticos, sociales y económicos.
Política, Elecciones, Muerte
Israel vive un momento político intenso no sólo por el interminable conflicto geo-político con sus vecinos árabes, sino también por que se encuentran próximas las elecciones parlamentarias que pueden originar un cambio brusco en las relaciones internacionales, y en las políticas internas. Hasta antes de la “operación plomo sólido” sobre suelo palestino la situación para el Partido Laborista del ministro de defensa Ehud Barak era de riesgo de desaparición. Sin embargo, después de la incursión militar, este partido se vio enormemente favorecido en la opinión pública según encuestas publicadas en medios de información masivos. O sea que la salida militar desarrollada por el gobierno encontró el eco necesario en la mayoría de la ciudadanía israelí. Esta situación, producto de la interna política y del malestar ciudadano fue utilizado descaradamente por el ala dura de los altos mandos del ejército para instalar en la opinión pública que la única salida a la crisis era la incursión militar por tierra y aire.
La coalición gobernante se encuentra desquebrajada internamente, y el creciente malestar en gran parte de la población fueron determinantes al momento de invadir Gaza. Los gritos de guerra no sólo fueron defendidos por el derechista partido Likud, de Benjamín Netanyahu, cercano históricamente a los altos mandos del ejército, sino también por Tzipi Livni, ministra de asuntos exteriores y jefa del gobernante partido Kadima, defensora, hasta hace poco tiempo, de una salida “humanitaria” a la crisis. Sin embargo, este ambivalente personaje es hoy el principal obstáculo para terminar con la ofensiva sobre suelo palestino mediante un acuerdo con Hamas y ha optado por defender la línea dura que tantos réditos electorales podría darle de acuerdo a las últimas encuestas.
Por otra parte, es innegable para la coalición política en el poder, que tomar represalias militares lo antes posible es sumamente más ventajoso que hacerlo más tarde si se toma como parámetro el descontento que crece día a día entre la población israelí, ya que desde una perspectiva militar, aún cuando Israel ocupe nuevamente Gaza, le será imposible asestar una embestida definitiva a los ataques con cohetes por parte de Hamas, aunque la relación de fuerza le sea favorable.
Desde un plano político es indiscutible que Hamas es la “excusa” perfecta para el accionar socioeconómico y militar de Israel en la zona. Su desaparición podría ser el fin de las justificaciones que históricamente utilizó para mantener intactas sus políticas de exclusión sobre la población palestina hacia dentro y fuera de sus fronteras. Lo que intentará en el corto plazo será golpear duramente a Hamas (por ejemplo a través de “asesinatos selectivos”) para obligarlo a retomar el diálogo en la mesa de negociaciones.
Política, políticos y guerra: una tríada perfecta. Asesinos todos!

Gastón.



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